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BEISBOL 007

Johnny Tapia no será olvidado

 

Johnny Tapia solía decir que le sorprendía haber vivido más allá de los 40 años. Por eso su muerte el pasado domingo por la noche en su hogar en su amada ciudad de Albuquerque, N.M., a los 45 año de edad, no debería tomarnos por sorpresa.
Es triste, pero no es una sorpresa.
Tapia fue asediado por los demonios de su vida y todos lo sabían. Por eso tenía tatuada las palabras "Mi vida loca" en su abdomen. "Mi Vida Loca" fue también el nombre de su autobiografía del 2006, en la que recordó su tremendo historial personal que lo llevó a convertirse en adicto a las drogas, a un posible desorden bipolar y múltiples intentos de suicidio.
Tapia nunca tuvo las cosas bajo control más allá de los mejores esfuerzos de quienes estaban al lado de él, incluída su esposa, Teresa, quien también fue su representante, y con quien tuvo tres hijos.
En su libro, Tapia resumió las cosas explicando que había nacido el viernes 13 de febrero de 1967. A los 8, vio como asesinaban a su madre siendo apuñalada repetidas veces con un destornillador hasta que murió. Creía entonces que su padre había sido asesinado cuando nació, hasta que hace un par de años descubrió que estaba vivo y acababa de ser liberado de prisión.
De joven, Tapia fue forzado por sus tíos a pelear con hombres más grandes y viejos, escribiendo en su libro que fue "criado como un pit bull. Criado para pelear hasta la muerte". Muchas veces estuvo preso.
Cinco veces Tapia fue declarado clínicamente muerto por sobredosis de drogas y sin embargo las cinco veces logró escaparle a la muerte, al menos hasta el domingo.
Sin embargo, a pesar de las cosas horribles que tuvo que pasar y todo lo que sufrió por la dependencia a las drogas, Tapia se convirtió en un gran boxeador. Decía que cuando peleaba, veía a su rival como el asesino de su madre.
Esa visión escalofriante lo ayudó a hacerse grande. Cuando se trata de elegir al mejor boxeador en la historia de la división gallo júnior, que fue creada en 1980, la discusión sólo puede remitirse a dos hombres: Tapia y la leyenda tailandesa y miembro del Salón de la Fama Internacional del Boxeo, Khaosai Galaxy. Algún día Tapia debería tener su lugar en el Salón de la Fama. Es tan desafortunado que no pueda estar ahí para disfrutar los aplausos de la gente que quería tanto.
Tapia quería ser adorado y lo consiguió, especialmente gracias a sus fanáticos de Albuquerque. Tapia unca olvidó sus orígenes.
"Con Johnny, el mundo no sólo ha perdido a un boxeador de la talla del Salón de la Fama sino también a una persona especial, a un luchador en la vida y en el ring", dijo Teresa Tapia en un comunicado, en el cual también notó que los resultados de la autopsia todavía estaban pendientes.
"Sé que todos lo que lo conocieron lo van a extrañar. Era una luz especial en este mundo. Amaba tanto a la gente, hacía amigos tan fácilmente y los guardaba para siempre. Seguirá por siempre en nuestros corazones y lo extrañaremos profundamente".
A pesar de todos sus problemas con las drogas -- Teresa lo encontró drogándose en el baño en el día de su boda -- y los dilemas de su vida que lo devoraban por dentro, no podrán encontrar un alma más dulce y gentil que la de Tapia. Eso según la visión que yo tuve en las tantas veces que nos vimos. Siempre andaba con una sonrisa generosa, te daba un abrazo, y estaba dispuesto a charlar un largo rato.
Recuerdo una vez en Las Vegas, yendo a una barbacoa la noche antes de una gran pelea hace varios años, y cuando Tapia llegó me encontró hablando con mi amigo Max Kellerman, locutor de HBO. Tapia se acercó y nos abrazó a ambos al mismo tiempo. Son momentos que nunca olvidaré.
La última vez que vi a Tapia fue un año atrás, durante la semana de la pelea Manny Pacquiao-Shane Mosley en el MGM Grand. Showtime, que estaba transmitiendo la pelea en PPV y había seguido a Tapia durante su época dorada -- lo tuvo en un contrato por múltiples peleas y televisó varias batallas -- lo trajo a la pelea para hacer algunas entrevistas divertidas para su cobertura del evento en Internet.
Por eso me encontré un día en el centro de prensa siendo entrevistado por Tapia sobre la pelea cuando normalmente sería yo quien lo entrevistase a él.
Cada vez que lo veía a Tapia siempre pensaba una cosa: ¿Será esta la última vez que lo vuelva a ver? Resultó que esa ocasión fue en el centro de prensa de la pelea Pacquiao-Mosley.
Puede que haya fallecido pero sus logros no serán olvidados.
Luego de una buena carrera como amateur, se convirtió en profesional en 1988. Tapia (59-5-2, 30 KOs) ganaría luego cinco títulos mundiales en tres divisiones -- gallo Jr., gallo y pluma -- y habitualmente brindaría un espectáculo más allá de los constantes embrollos en los que andaba metido.
Lanzando millones de puñetazos, bailando alrededor del cuadrilátero o mostrando su animada expresión en las esquinas durante los recesos -- donde inevitablemente encontraba la cámara de televisión y se encargaba de gritarle a su abuelo o a Albuquerque -- fue emocionante para ver incluso aunque no era un noqueador.
Tras estar fuera del ring por tres años y medio, suspendido por uso de cocaína -- no peleó entre fines de los '90 hasta comienzos de 1994 -- Tapia regresó y eventualmente ganó su primer título mundial noqueando a Henry Martínez en el 11º round en Albuquerque y ganando la corona vacante de la Organización Mundial de Boxeo en las 115 libras.
Tapia realizaría 13 defensas, incluyendo la victoria más grande de su carrera; una unificación OMB/FIB contra el archirrival de la ciudad, Danny Romero.
Su rivalidad era tan divisible en la comunidad que la pelea se terminó haciendo en Las Vegas por razones de seguridad, aunque Tapia y Romero aclararon sus diferencias en los últimos años.
Tapia derrotó a Nana Konadu para conseguir el título gallo de la AMB en 1998 pero lo perdió contra Paulie Ayala en una decisión disputada en la pelea del año de 1999. Tapia se recuperó con una victoria y ganó otro título gallo, el de la OMB, en su siguiente pelea, superando a Jorge Elicier Julio en 2000 antes de perder a fines de ese mismo año con otra decisión pareja en una revancha que no tuvo títulos en juego contra Ayala.
Para muchos Tapia ya había dejado atrás su mejor época en 2002 cuando obtuvo la oportunidad de enfrentar a Manuel Medina, el engañoso veterano, por el título pluma de la FIB en el Madison Square Garden Theater en New York. En la única aparición en la Gran Manzana en su carrera, Tapia ganó por decisión de la mayoría para conseguir su último título. Cubrí esa pelea y recuerdo haber visto a Tapia celebrar con lágrimas en sus ojos porque estaba emocionado de haber ganado otro título mundial.
Nunca defendió el cinturón y su carrera se desbarrancó desde allí. Entregó el título a cambio de un gran cheque para enfrentar a Marco Antonio Barrera, una pelea que perdió en decisión unánime.
Tapia continuó peleando más allá de sus mejores días y, de hecho, arrastró una racha de cuatro victorias al hilo frente a rivales modestos. Su última victoria ocurrió en junio pasado cuando superó al desgastado ex titular mosca júnior, Mauricio Pastrana, en Albuquerque. Estaba seguro que Tapia volvería a pelear en poco tiempo.
Cuando los boxeadores se ponen viejos, hay un pedido general para que se retiren. Nunca lo sentí así con Tapia. Entendí que debía pelear hasta tanto pudiera hacerlo. El boxeo fue lo único que le dio algún tipo de estructura a su vida y solía decir que el único lugar donde se encontraba realmente en paz era, irónicamente, en el ring durante el caos de una pelea.
Ojalá, ahora que nos ha dejado, haya encontrado la paz eterna.

Dan Rafael es analista de boxeo para ESPN.com. Cubrió las peleas de mayor envergadura en los últimos cinco años para el diario USA Today, incluidos combates con púgiles de la talla de Oscar de la Hoya, Félix Trinidad, Lennox Lewis, Mike Tyson y Bernard Hopkins, entre otros. Consulta su archivo de columnas.

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