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BEISBOL 007

EL NOMBRE DEL “TEAM WORK” ES CRAIG BIGGIO‏

 

 

 

 

Por Andrés Pascual


       El premio al Jugador Más Valioso debería tener, como condición de importancia, la contribución del ganador al trabajo de equipo.

       Pero ese trabajo de equipo no es solo estimular, aplaudir, intermediar entre jugadores con discordias, incluso ni colocar los números abultados que aparecen como la única razón del merecimiento.

     De cualquier forma que se vea, la disposición a jugar la base necesitada sin protestas que friccionen y arrastren quórum contra la dirección, deberá estar entre los objetivos a cumplir, cuando suceda, para poder recibir el premio.

     Por supuesto que no a todos los jugadores los cambian de base por necesidades directas del club o por exigencias del piloto para hacerle cupo a un recién llegado con etiqueta de estelar en la posición, pero, cuando ocurre el fenómeno y de acuerdo al rendimiento del que perdió su puesto que, desde la nueva siguió haciéndolo mejor que quien se apoderó de la que tenía, debe tener una significación especial a la hora de valorar la utilidad para un equipo por quienes votan, algo que, porque existió Craig Biggio durante 20 campañas en Grandes Ligas, jamás ha sido tomado en cuenta por "los sabios con poder de voto", que le dieron 7 a Barry Bonds sin cuestionarse a sí mismos evidencias demasiado sospechosas como para no dudar que se los estaban regalando (los 4 últimos), a un extraordinario jugador al que le sirvieron en bandeja de plata el proceso para que se degenerara y lo aceptó.

       Craig Biggio debería tener un galardón histórico como el JMV de la franquicia Astros de Houston, porque nunca lo contaminaron los aires malos del beisbol moderno al mantenerse durante 20 campañas en el equipo que lo firmó, con lo que le dio la espalda al nocivo mercenarismo de la agencia libre.

       El más grande comodín de juego diario que se haya conocido, modesto, sencillo, alegre, responsable, serio… pelotero de juego brillante y alma y vergüenza de gladiador, de traje sucio por la lucha por la base inmediata, de pie en el acelerador siempre con velocidad mucho mejor que promedio, con esas condiciones hizo su leyenda Craig Biggio en la Liga Nacional, porque, como cualquier estelar del juego que dejó huella en el terreno, este extraordinario jugador también la escribió.

      En 1988 debutó como receptor y cuando el equipo localizó uno con supuestos visos de estrella, lo trasladaron a la segunda base, donde siguió rindiendo con igual alegría y determinación, por amor al juego y como el profesional de la gorra a los spikes que fue, entonces se hizo un buen intermedista, trabajo que cedió para abrirle espacio a Jeff Kent y el valioso pelotero fue enviado al centro de los jardines con igual éxito, pero, cuando otra adquisición reclamó el jardín central, debió reasentarse en un ala del bosque y siguió rindiendo, brillando y jugando a matarse con la misma pimienta de siempre. A fin de cuentas, para la clase de jugadores como Biggio el compromiso es de moral por encima de todo.

      Por 7 Juegos de Estrellas, por 4 campañas sobre trescientos, por 4 Guantes de Oro en la segunda base, por un Bate de Plata como receptor, por el trofeo Branch Rickey, que obtuvo en 1997 y  por el trofeo Hutch de las Mayores en el 2005,  Biggio debe ser un número ganador evidente en la lotería de Cooperstown primera selección.

      Como respaldo demoledor a su candidatura al Salón de la Fama, 3 veces fue primero en el Viejo Circuito en juegos jugados, 5 en comparecencias al plato, dos como mejor anotador, cuatro en dobles; pero también bateó 3060 hits, 668 de ellos dobles, 55 triples y 291 jonrones, con los que impulsó a 1175 y anotó 1844 carreras.

      Robó 414 bases y su promedio de embasamiento fue de .363, mientras el de slugging alcanzó .433 para totalizar .796. Su promedio de por vida es de .281 y el célebre WAR, numerito de los tiempos actuales para confundir más que para ratificar, lo tiene en 62.1, fildeó para .984.

      Todo lo anterior es Craig Biggio, uno de los últimos representantes de cómo se jugó alguna vez en lo que, pese a no ser ni la chancleta del pasado glorioso, todavía le llaman las Grandes Ligas, sencillamente, uno de los mejores peloteros de todos los tiempos. Eso, que no lo dude nadie.

 

 

 

De los últimos exponentes de la clase magistral de un juego maltratado y desmoralizado

     

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