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BEISBOL 007

PANCHITO RISET / Biografia

 

Panchito Riset.  Cantante de una aguda pero melodiosa voz y una forma muy particular de interpretar el bolero, género en el que se destacó grandemente, aunque en sus inicios cantó casi todos los géneros musicales cubanos de moda en su época como la guaracha, el cha cha chá, la guajira, la conga y el guaguancó, entre otros.  El pasado 8 de agosto de 2008 se cumplieron veinte años de su partida de este mundo terrenal.

 

Su verdadero nombre era Francisco Hilario Riser Rincón.  Nació el 21 de octubre de 1910 en La Habana, Cuba, en el barrio de Atarés.  Desde temprana edad, aprendió a tocar el tres –la reconocida guitarra cubana de tres pares de cuerdas que hiciera famosa Arsenio Rodríguez– y la guitarra acústica española, instrumentos con los que se acompañaba, pero poco a poco los abandonó para centrarse más bien en cantar.  Alguna vez le comentó a Ángel Valdés Iturralde: “Cantaba y lo hacía sin pretensiones, los que me escuchaban me animaron a que lo hiciera profesionalmente. Fue así como se inició mi carrera, allá en mi querida e inolvidable Habana”.

 

 

El inicio

 

Empezó a cantar profesionalmente con el Septeto Esmeralda cantando y tocando la marímbula, pasando en 1927 al Sexteto Cauto.  Después siguió a otras agrupaciones, como el Septeto Bolero, el Sexteto Habanero en el cual estaba en 1928, musicalizando los bailes de la “Academia Habana Sport”, pasó luego al Sexteto Caney y de este a la Orquesta de Ismael Díaz.  Al respecto, en 1981, confesó: “Por aquel entonces, los salones se llamaban ‘Academias de Baile’, y empecé a cantar profesionalmente en el ‘Sport Antillano’. Manolo Romero, músico del grupo, quien tocaba el tres, y quien fuera compositor de ‘Anacaona’, me dijo que necesitaba un cantante nuevo, pues al anterior se le había dañado la voz por la carencia de micrófonos en aquella época. Allí me presenté y fue un éxito. Triunfo que monopolicé para después cantar en el ‘Habana Sport’ como integrante del Sexteto Habanero. Después lo hice con el Sexteto Cauto y Marcelino Guerra.

 

Uno de los más importantes Centros Nocturnos de la Habana era el “Eden Concert” porque sus administradores se caracterizaron por contratar nuevos talentos; hasta allí llegó a actuar Panchito, casi “por amor al arte”.  Integraba en 1933 el Septeto Caney, cuando tuvo la oportunidad de conocer a un representante llamado “Antobal” (Eusebio Santiago Azpiazu “Antobal”, nacido en Cienfuegos, Cuba, en abril 6 de 1890, hermano mayor de Don Azpiazu), quien estaba buscando un cantante para su orquesta, que reemplazara a Antonio Machín que había decidido marcharse para España.  Entonces le firman un contrato y se traslada a Nueva York.

 

Entonces en el mismo año, 1933, se presentó por primera vez en Nueva York, acompañado por una de las orquestas más populares de la ciudad, la Orquesta Antobal’s Cubans, su primera presentación fue en el centro nocturno “Madison Royal”.  Cantó por un tiempo con la orquesta de Antobal, y grabó con esta agrupación su primer disco en el que por error lo anunciaron como Riset (en lugar de Riser), al enterarse del error, lo dejaron así para no tener que rehacer toda la producción y con esta variación de la última letra de su apellido se le comenzó a conocer como Panchito Riset.  Después pasó a actuar en el Night Club “Cubanacán”, desde cuyo lugar, la emisora WBNX transmitía un Show en directo, lo cual le sirvió de difusión para una amplia acogida por parte del público latino en Nueva York.

 

Así comienza una etapa muy fructífera e importante para su carrera, ya que tuvo la suerte de cantar con dos de las orquestas más famosas de Nueva York la del español Xavier Cugat y la del también español Enrique Madriguera.  Al año siguiente, regresa a Cuba y se presenta ante sus compatriotas cubanos acompañado de la orquesta de Eliseo Grenet –el autor de “Mamá Inés” y otros éxitos–, en el Club “Yumurí”.  Después de esto regresa a Nueva York para realizar una serie de exitosas grabaciones, entre 1934 y 1937, con las agrupaciones: el Grupo Victoria de Rafael Hernández, el Cuarteto de Don Pedro Flores y el Cuarteto Caney.

 

Con el Grupo Victoria del maestro puertorriqueño Rafael Hernández grabó la danza “Mis Amores” (Simón Madera), el seis-aguinaldo “Ya Llegó La Navidad” (L. González), y el bolero “Mi Palomita” (R, Cole), grabados el 10 de octubre de 1934.  Con el Cuarteto del maestro, también, puertorriqueño Pedro Flores (El cuarteto Flores lo era solo de nombre, generalmente era un conjunto, en este caso, con una trompeta, dos guitarras, marímbula y maracas) realizó varias grabaciones a dúo con Daniel Sánchez como: “Obsesión”, “Los Cisnes” (Ramón Carrasco), “Flor Silvestre” (abril 10/1935), “Ciego De Amor” (abril 10/1935), “Los Hombres Son Sinvergüenzas” (son, abril 10/1935), “Sin Bandera” (abril 10/1935), y algunos temas como solista: el son “Cuando Vuelvas” y los boleros “Esa Eres Tú” y “Vencido”, grabados el 4 de febrero de 1936, entre otros.  La mayoría composiciones de Don Pedro Flores.  También grabó con Claudio Ferrer como segunda voz con el cuarteto convertido en Sexteto Florestemas como “Rumba Brava” (Panchito Riset), “Sola y Triste” (Armando Valdespí), “” (Pedro Flores), grabados el 31 de marzo de 1936, entre otros.  Con el Cuarteto Caney grabó: el bolero-son “Abandonada” (de M. Romero, enero 24/1936) con el que tuvo mucho éxito, “Al Encontrarte” (de A. Tariche, enero 24/1936) “Buscando La Melodía” (de Marcelino Guerra, mayo 14/1936), “Lamento Jarocho” (de Agustín Lara, mayo 14/1936), “Cuidadito Compay Gallo” (de Ñico Saquito, 21 de diciembre de 1936), “María Elena” (de Lorenzo Barcelata, 21 de diciembre de 1936), “Sabrosito Bongó” (de Panchito Riset, 21 de diciembre de 1936), “Alegre Conga” (de Miguel Matamoros, 29 de junio de 1937), “Bruca Maniguá” (de Arsenio Rodríguez, 12 de octubre de 1937), “La Masacre” (de Joseito Fernández, 12 de octubre de 1937), entre otros.

 

Por este tiempo conoció a la actriz norteamericana Eleanor Powell, que quedó gratamente impresionada con su voz y por la forma de tocar las congas, a tal punto que lo catalogó como el “El Rey Del Ritmo Nuevo”; por supuesto, “ritmo nuevo” para aquella época.  Por sugerencia de la actriz, Panchito se fue para Hollywood, California, donde se presentó debutando con su propia orquesta, en 1937, en el famoso Club Nocturno “Trocadero”, en el cual realizó una temporada triunfal con Eleanor Powell y luego con Ann Miller y Desi Arnaz en la segunda temporada; entretanto se lo disputaban los estudios de grabación.

 

De regresó a Nueva York, Panchito actuó, por el año 1938, con su propia orquesta en el aristocrático Club Nocturno “La Conga” de Nueva York que era, en ese tiempo, uno de los centros nocturnos de moda.  Con su Orquesta La Conga, en este año, grabó temas como “La Comparsa de Camajuaní” (R. Dihigo) “Pepita” (Eliseo Grenet), y “Por Corrientes Va Una Conga” (Ernesto Lecuona) en el ritmo conga y el son “Ensueño” (P. Tellería), entre otros.  Pasó luego al Club “Versalles”, donde inicia una largo tiempo de presentaciones, interrumpido por la circunstancia de haber tenido que prestar el servicio militar.

 

 

Del Ejército a su consagración

 

Como ciudadano de los Estados Unidos, al empezar los enfrentamientos de la Segunda Guerra Mundial el deber lo llamó, y Panchito se enlistó en el ejército, donde permaneció desde 1943 hasta 1945.  El ejército norteamericano lo destacó en Europa donde participó en varias batallas importantes como la de Normandía.  Como militar se distinguió y llegó a ocupar el cargo de asistentes de los médicos y cirujanos destacados en el frente.  Como reconocimiento a su labor y servicios prestados lo condecoraron con tres medallas de bronce.  Como soldado artista, realizaba shows para sus compañeros y durante su estancia en Inglaterra se presentó en el “Town Hall” de South Hampton.

 

Cuando lo licenciaron del ejército con honores mencionados, regresó entonces a lo que más le gustaba, cantarle a su público.  Tal fue su arraigo en la ciudad de Nueva York, que reapareció, de nuevo, en el exclusivo y famoso Club “Versalles”, donde estuvo cubriendo temporadas por un tiempo de 15 años consecutivos.  El nombre de Panchito Riset se los disputaban las carteleras de los principales centros nocturnos tales como: “Chateau Madrid”, “Alameda Room” y el famoso y renombrado “Carnegie Hall”.

 

A su regreso del servicio militar, también continuó grabando, preferentemente con grupos que se amoldaban a su estilo, como la orquesta de René Hernández y el conjunto de Luis “Lija” Ortiz, mientras hacia giras esporádicamente por el Caribe.  En sus presentaciones, con su voz e inconfundible estilo, Riset llevó al bolero la ingenuidad, la pureza en la expresión que existía en los años 30, y nunca buscó innovar su estilo.  Invitaba al oyente a trasladarse con él a la simple y sosegada magia de la década de los 30.

 

Con respecto a su estilo, muchos afirmaban que se lo había copiado a “Cheíto”, uno de los cantantes del Sexteto Habanero.  Y si bien es cierto que Panchito, como Cheíto, cantaba en los sextetos como requinto, o sea, con una voz que se destaca sobre el coro –estilo que Carlos Manuel Diaz “Caíto” perfeccionó para darle una característica única a los coros de La Sonora Matancera–, lo suyo realmente era distinto, porque poseía en el registro alto un vibrato que a veces parecía un temblor, pero que nunca perdía la afinación, algo fuera de lo común que le daba a sus interpretaciones, una expresión tanto de apremio como de sinceridad.  La voz de Riset era la voz del amor angustiado, cosa que reconocían los que compraban sus discos porque, en fin, casi todos ellos habían sentido las angustias del amor.

 

 

No Fue Profeta en su tierra

 

Lo interesante de su historia es que, a diferencia de cubanos como Antonio Machín, Bola de Nieve y Machito, entre otros, que disfrutaron de una vasta fama internacional en Cuba, su país natal, Panchito Riset no era muy conocido, ya que había salido de la isla siendo muy joven.

 

No fue hasta mediados de los 40 que los oyentes de la radio de una popular radioemisora habanera, Radio Cadena Suaritos, comenzaron a escuchar una nueva voz que no era la suave de Fernando Albuerne, la viril de Daniel Santos ni la cadenciosa de Bobby Capó, a las que ya estaban acostumbrados.  Esta nueva voz era algo distinto: muy aguda pero melodiosa, cantando en un estilo que, francamente, ya estaba pasado de moda.  Y para acabar, la canción que interpretaba comenzaba extrañamente con una risa, seguía con una pregunta y continuaba después con la evocación nostálgica de la amada perdida y el nido de sus amores.

 

Era una canción que parecía un tango.  De hecho, su tema recordaba a la percanta y el bulín de “Mi Noche Triste”, el primer tango que cantó Gardel.  Era una especie de tango tropical, a ritmo de bolero.  Uno de esos temas que se creían compuestos en una noche de farra, llenas de recuerdos, de mucho alcohol y de superabundante inspiración.  En suma, una canción tanto sublime como ridícula y, como tal, conquistó el corazón de las multitudes.  A poco, “El Cuartito” de Edmundo “Mundito” Medina, grabado en 1947, en la voz de Panchito Riset, se escuchaba por todas partes a nivel de saturación.  Como dato curioso, apunta el reconocido escritor de La Sonora Matancera, Héctor Ramírez Bedoya, que “Mundito” Medina era un exboxeador puertorriqueño, que fue entrenador del famoso cubano campeón mundial de boxeo de la categoría welter, Kid Gavilán.

 

En su voz impuso otros éxitos como “De Cigarro En Cigarro”, más tarde, con la misma aceptación, siguieron “Blancas Azucenas”, de Pedro Flores, de la cual el musicólogo Cristóbal Díaz Ayala dice que en su versión uno casi podía oler las flores, y “Cita A Las Seis”, que hacía que los oyentes llegaran a ponerse nerviosos al escuchar cómo su voz esperaba a la amada.

 

Y así, Panchito se mantuvo por décadas.  Como el baluarte de la música popular de Nueva York grabó para el sello Ansonia, con su maravilloso gorjeo melódico, preciosos boleros como “Melancolía Y Mi Gloria”, de Luis Kalaff, “Peregrina Sin Amor” y “Mil Copas”, de Bienvenido Brens, “Deseo Bohemio” y “Háblame Clro”, de la autoría del pianista Francisco Simó Damirón, “Todo Me Gusta De Ti”, de Leonel Sánchez y “Amor Y Odio”, “Ella” y “No Me Pidas Olvido”, de Armando Cabrera, entre otros, hasta que la salud le empezó a fallar.  Aún así, nunca perdió su maravillosa voz.

 

En la enfermedad y el final

 

En 1981, sufrió un duro golpe, cuando le amputaron las dos piernas debido a una pertinaz diabetes, pero aún así nunca perdió su buen ánimo y firmeza ni nadie que se acercara a él le escuchaba un solo quejido ni reproche.  Al respecto entrevistado en su habitación de un hospital de Nueva York, expresó: “Mis piernas me llevaron en un largo peregrinaje. He viajado el mundo, fui combatiente de la Segunda Guerra Mundial. Vi la muerte a mi lado, conocí la miseria humana que envuelve un holocausto, y tuve que seguir andando. Hoy por mi capacidad y entendimiento, puedo ser espectador de la vida, que no va a cambiar para mí, por el hecho de habérseme amputado las piernas. Esta prueba no es fácil sobrellevarla, pero tampoco es aplastante. Y creo que Dios ha sido bastante generoso; a pesar de que me quitaron las piernas, no me han privado de mi voz”.

 

Menciona el musicólogo cubano Cristóbal Díaz Ayala que en septiembre de 1983, cuando se celebró la Telemaratón de la Sociedad de Niños y Adultos Lisiados de Puerto Rico en Nueva York, la presencia y la actuación de Panchito Riset arrancaron, al mismo tiempo, lágrimas y aplausos.  Al presentarlo el animador Pedro Zervigón, el público lo obligó a interpretar varios números, entre ellos “Blancas Azucenas”.  Esa noche, fue la estrella que más brilló, aunque allí estaban Celia Cruz, Iris Chacón, Ruth Fernández, Myrta Silva y otras grandes figuras. Desde su silla de ruedas, siguió actuando hasta que la enfermedad pudo más que él.

 

Panchito Riset falleció el 8 de agosto de 1988, en Nueva York, debido a una arteriosclerosis generalizada, que como se dijo, anteriormente, le había postrado a una silla de ruedas por la amputación de sus dos piernas.  Su esposa de origen francés y enfermera de profesión, con sus cuidados y atenciones le hizo menos dolorosos sus últimos días.

 

Dos meses antes el 8 de junio (1988), ante la escasez de recursos económicos, la puertorriqueña Gilda Mirós le organizó una gigantesca velada con el propósito de recolectar fondos suficientes que le garantizaran a Panchito una vida más digna, pero sobre todo, una adecuada asistencia médica para sus enfermedades.  Acudieron a la velada Joe Quijano, Mario Bauzá, Charlie Palmieri, Mario Hernández y La Sonora Matancera con el cantante Bobby Capó.  El espectáculo fue grandioso y la alegría se tornó en llanto cuando Panchito, en una silla de ruedas, con su voz cansada y ronca, interpretó varios de sus gloriosos éxitos.  Al cantar “Cuando Salí De Cuba” y “Guantanamera” el público asistente enmudeció.  Fue un adiós multitudinario para uno de los grandes cantantes del pentagrama musical latinoamericano.

 


 

FUENTES CONSULTADAS

 

·        DÍAZ Ayala, Cristóbal.  Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana 1925 – 1960.  Disponible en el sitio Web:http://gislab.fiu.edu/smc/bibliografia.html.

·        PELAEZ, Ofelia. Verdades, mentiras y anécdotas de las canciones, sus creadores e intérpretes. Editorial Discos Fuentes. Primera Edición. Medellín, Colombia; Septiembre de 2002.

·        RAMÍREZ Bedoya, Héctor. Historia de la Sonora Matancera y sus Estrellas. Impresos Begón. Segunda Edición. Volumen 1. Medellín, Colombia. 1998.

·        RICO Salazar, Jaime. Cien Años De BOLEROS.  Quinta edición.  Impreso por Panamericana.  Santa Fe de Bogotá, Colombia, actualizada al 2000.

·        VALDÉS Iturralde, Ángel.  Notas del disco El Amante de Siempre. Panchito. Con Ramón E, Aracena y su Orquestan. Ansonia Records SALP 1591.  Volumen 10. 1981.

 

 

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Herencia Latina

1 comentario

Rebecca -

Hola. Enhorabuena por el blog. Ruego me digan cómo ponerme en contacto con el autor. Gracias