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BEISBOL 007

TENÍA TREMENDO PODER AL BATE…

Por Andrés Pascual

El viernes pasado falleció el “Orgullo de Santa Lucía”, Pinar del Río, Rogelio Álvarez, apodado Borrego (6to de izq a derecha fila del centro con el Cienfuegos, campeón en 1959-60) en todos los países en que disparó sus monumentales jonrones.

“En el Cerro metió uno que pasó por encima de los almacenes del left…” comienzo y final de la categorización del inicialista como el bateador derecho de más poder visto en Cuba en la era moderna; porque el castrismo no pudo imponérsele nunca con la longitud de los batazos de sus artilleros por tres cosas: cercas más cortas, bate de aluminio y, sobre todo, diferencias abismales en el pitcheo.

Borrego quedó para la posteridad como el símbolo cubano del poder al bate, sin embargo, casi nadie recuerda que su jonrón contra Humberto Robinson, en 1960, decidió para Cuba (Cienfuegos, club con el que actuó en 3 campañas del Champion) la última Serie del Caribe de la primera etapa.

Tenía diabetes y no tenía control de su apetito, sobre todo por la carne de puerco ni por la cerveza: “se mató el mismo…como Chacumbele” y eso que sobrevivió 25 años a una operación de próstata.

Pero fue una persona buena, decente, bonachón… guajiro de recitar décimas y cantar temas del campo; alegre siempre que, aunque tuviera penas o dolores, por lo menos supo esconderlas.

A Borrego lo firmaron los Cubans en un try out en 1956. Por el convenio de relaciones de trabajo del club cubano con el Cincinnatti, del cual no era sucursal, le propusieron al joven de 18 años al equipo de la Nacional, que aceptaron y lo enviaron a las Ligas Menores.

En 1958 debutó con los Cañeros y fue uno de los jugadores que ganaron la Pequeña Serie Mundial, Clase Triple A de 1959, contra el Minneapolis Millers.

Fuera de Cuba, área caribeña, se le recuerda más que en su patria, no solo porque jugó mucho en varios países, sino porque, como todos los profesionales que escogieron hacer valer su soberanía, decidió continuar realizando su trabajo en el “exterior capitalista”, lo que le valió la condición de “no persona” (nunca existió) común en casos como este y tan rutinario que cansa, al extremo de que el 80 % de la población no es capaz de relacionar su nombre con el juego.

Cuando un grupo de jugadores decidieron viajar a Cuba en el período off-season de 1961 y esperar con su familia el comienzo de los campos de entrenamiento para 1962, Borrego estuvo entre ellos.

El viaje a la Isla puso en vilo sus contratos, porque la tiranía decidió no autorizarlos a salir vía México y fue necesaria la designación de un representante para que “suplicara” por todos, responsabilidad que recayó en el intermedista Tito Fuentes, que resolvió porque su padre, viejo miembro del PSP, era el chofer y hombre de confianza de uno de los dirigentes del viejo partido de Fabio Grobart, devenido castrista desde antes de las ORI. Ese “impasse político” frustró la posibilidad de que el criollo debutara con los Senadores de Washington, adonde había sido enviado ese año.

Pero Borrego no fue exiliado nunca, sino un emigrado sin vuelta atrás por razones laborales, como casi todos los atletas profesionales que se fueron por circunstancias impuestas ajenas a su voluntad.

Sus viajes a Cuba y su negativa a responderme una pregunta para un reportaje sobre los Cubans Sugar Kings de 1959, porque: “me puede buscar problemas y no podré ir allá”, son contundentes. A pesar de que le dije que no tenía trasfondo político, no aceptó.

Pero el hombre fue bueno, querido por su familia, por sus compañeros, por sus amigos y tan conocido en Nicaragua o México que, puede decirse, alcanzó para esos pueblos la categoría de leyenda, en igual medida que, en su patria, decir Borrego Álvarez no significa absolutamente nada, porque nunca han escuchado ese nombre. Ahí radicó el éxito de esa pandilla para consumar el pisoteo de la identidad nacional del cubano desde hace 54 años.

cienfuegos 1960 borrego 6to fila del centro

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