Galarraga: más allá de la perfección / Augusto Cárdenas
Lo hecho por Armando Galarraga va más allá de la perfección. No importa que su nombre no esté inscrito en la historia como el autor del 21er. juego perfecto en la historia de las Grandes Ligas. Quizás la errática decisión del umpire de primera, Jim Joyce, era necesaria para sacar a relucir algo más importante que el mismo deporte: la calidad humana.
¿Qué pensaron ustedes cuando Jim Joyce sentenció quieto a Jason Donald? ¿Cómo se sintieron? ¿Con rabia? ¿Impotencia? ¿Vergüenza? Seguramente la madre de Joyce fue la más mencionada en el planeta tierra durante la noche del pasado miércoles.
Sin dudas que la sentencia de Joyce fue una de las injusticias más grandes de la historia del deporte. A un out del juego perfecto, con una jugada que ni siquiera fue cerrada, el umpire debió decretar el out casi por instinto. Lamentablemente no fue así para Galarraga, ni para Venezuela, que se quedó sin su primer representante con un juego de ese calibre y sin, ni siquiera, ver unir su nombre a los de Wilson Álvarez, Aníbal Sánchez y Carlos Zambrano, únicos criollos en lanzar un no hit no run en las mayores.
Pero el premio de Galarraga va más allá de ver su nombre en los libros de récords o del Corvette convertible que recibió como obsequio un día después de su brillante actuación. Galarraga se ganó la admiración de todos por su forma de ser, por su gran ejemplo como persona, por sus valores.
Joyce, quien también dio un ejemplo al afrontar su falla con mucha responsabilidad, lo primero que hizo fue ver el video, en el que se dio cuenta de su error. Su sentimiento de culpa fue tan grande, que personalmente le pidió disculpas al venezolano.
"Él se siente peor que yo. Hoy (ayer) le entregué el line up y todavía estaba con los ojos aguados", confesó Galarraga, vía telefónica desde Detroit. "Él se sentía malísimo, y hay que ser hombre para llegar a la prensa y decir, ’yo me equivoqué. Yo le dañé el juego perfecto a ese muchacho’".
"Cuándo él habló conmigo, él lo que hacía era llorar. ‘De verdad, discúlpame. No sé cómo decirte nada’", continuó. "Y cada vez que trataba de decir algo, se ponía a llorar otra vez".
Las lágrimas de Joyce eran de un arrepentimiento genuino y Armando lo sabía.
"El público en Detroit no es fácil. Lo estaban esperando", apuntó el derecho. "Lo esperaron en el hotel para abuchearlo (el miércoles en la noche). Después lo esperaron en el juego (ayer), que iba a ser el umpire de home, y cuando él salió, eso fue 45 mil personas pitándolo. Por más que sea, se siente mal".
Y Galarraga demostró una gran empatía ante el hombre que le arrebató la gloria. Otro, quizás, sale enfurecido buscando arremeter contra la humanidad del umpire. ¿Recuerdan a George Brett y su famoso episodio del uso ilegal de resina en un bate en 1983?
Ahora, ¿Galarraga habría reaccionado igual si Joyce no hubiese reconocido su apreciación?
"No te sé decir, pero lo que sé es que nunca le reclamé tan fuerte. Si tu te pones a verme en la jugada, yo lo que hice fue sonreírle. Yo no pensé en ese momento, ’cónchale, este tipo me arruinó todo’. Yo todavía estaba impactado".
"Después que pasa el juego es que te pones a pensar, ’cónchale, ¿cómo este hombre cantó quieto en esa jugada?’. No me molestaba, sino que me ponía triste", recalcó. "Pero ayuda lo que él hizo (disculparse), de verdad que ayuda, y es la manera del ser humano, y yo, en ese aspecto, soy muy noble. Al ver a una persona llorando, pidiéndote disculpas, tú no vas a decir, ’mira no, tú me arruinaste una cosa que he soñado toda mi vida’. Simplemente hay que aceptarlas, mover la página y seguir adelante".
Galarraga demostró así una madurez digna de admiración, que le ha ganado los elogios en todos los Estados Unidos, incluso en la Casa Blanca.
"Eso viene con el nacimiento de cada persona", comentó. "Hay personas que tienen más resentimientos que otra, pero eso es algo que me inculcó mi papá, que nadie es perfecto, que todo el mundo comete errores, y que cuando tú cometes errores, tú no buscas hundir a la persona".
Esos valores que le inculcó su familia los sacó a relucir de una manera tan elegante que deja un legado más importante que un juego perfecto.
"Como me han dicho algunos, esto ha servido como una experiencia para que la gente viera que cuando uno comete errores, lo mejor no es caerle encima (al que falló), sino que hay que pensar y saber que uno no es perfecto", reflexionó. "Si tú te analizas a ti mismo, tú dices, ’yo no soy perfecto, yo no puedo analizarlo a él y decirle que está incorrecto y caerle encima’".
"Como me dijo mi papá, ’mira hijo, a veces perdiendo se gana’", continuó. "No gané el sueño, pero uno nunca sabe. A lo mejor yo puedo conseguir un no hit. Y lo que conseguí es que la gente sepa que uno tiene que perdonar, así sepas que el otro estaba equivocado".
Es una reflexión que va más allá del diamante, que puede ser, incluso, utilizada por todos los venezolanos que lamentan la pérdida del juego perfecto.
"Sin que me quede nada por dentro, Venezuela es tremendo país", comentó. "Pienso que tenemos un país hermoso y un país grandísimo, pero a veces nuestra cultura por el ansia de señalar a la gente, que si éste hace esto, éste hace lo otro, éste no gobierna bien, éste sí gobierna bien, éste quiere quitar lo otro… En vez de mirar tanto a la demás gente, hay que mirarse uno mismo y saber que estás limpio contigo mismo".
"Ese es mi consejo. Yo prefiero antes de señalarte a ti, señalarme a mí y ver qué es lo que yo tengo que hacer para ser mejor y hacer mejor a nuestro país".
Nadie olvidará, jamás, el nombre de Jim Joyce, pero mucho menos el de Armando Galarraga, el hombre del juego perfecto de 28 outs, cuya joya sólo fue opacada por el mismo: con su lección de madurez, clase y elegancia ante la injusticia de un simple error humano.
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