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BEISBOL 007

Correr un maratón: una lucha interna por cruzar la meta

Correr un maratón: una lucha interna por cruzar la meta

Les debía unas líneas sobre el maratón de Amsterdam y de lo que significa enfrentar este reto. Amsterdam es de esas ciudades de locura, que a diferencia de Caracas donde hay que cuidarse de los motorizados que muchas veces se montan en las aceras, en esta ciudad hay que hacerlo pero de los ciclistas. Imagínense una ciudad de 700 mil habitantes y dos millones de bicicleta. Todos se mueven en un espacio delimitado entre el pavimento para los carros y las aceras para los transeúntes. A veces eramos los turistas los que sin darnos  cuentas estábamos caminando por el espacio de los ciclistas. Impresionante el gentío por el llamado Distrito Rojo, con las chicas exhibiéndose en las vidrieras; hermosos los canales y el Río Amstel, donde han sido levantadas viviendas bajo todas las normas de suguridad y ambientales. Ni hablar de los coffee shops, donde las personas consumen marihuana en forma legal.

Estoy seguro que ustedes quieren que les escriba del maratón y a eso voy. Razón tenían mis amigos Antonio D’elía, Maiyanú Pacheco y Karinna Marín cuando me recomendaron Amsterdam.  Es de esos trazados que impresionan. Hay unos 15 kilómetros en que se corre a las afueras de la ciudad por todo el borde de los canales y unos seis dentro del parque Vondelpark, pero creo que el máximo grado de emoción es cuando se está sobre el tartán del estadio Olímpico en la salida o cuando al final se regresa al mismo sitio y uno pasa por sobre una especie de arco con el símbolo de los cinco aros olímpicos. Uno se siente un fuera de serie y se sacan fuerzas de donde no la hay para llegar a la meta, cuyo final es seguido por los asistentes a través de pantallas gigantes.

Aunque la salida no tiene la vistosidad de otros maratones como NY, Berlín o Chicago es igual emocionante, y a pesar de que Holanda (Países Bajos) no es conocida internacionalmente por la calidez de su gente son miles las personas que en los tramos citadinos salen a las calles a gritar y aplaudir a los participantes. Había muchas pancartas y hasta samba tocada por holandeses en parte del recorrido. Una nota ver dos orquestas en dos especies de barcazas sobre el río Amstel interpretando una serie de composiciones.

A pesar de que algunos maratonistas pensaban que no era suficiente la hidratación cada cinco kilómetros no escuché quejas sobre este particular. Cada cinco kilómetros estaban los gigantescos puntos de agua donde en vaso ofrecían agua y una bebida energizante de la región. En otros, además, ofrecían pedacitos de cambur, naranjas y esponjas.

Creo que el domingo se dieron las condiciones para alcanzar buenos registros. De hecho el ganador terminó bajo las dos horas 6 minutos. No hubo lluvia y desde el momento en que se dio la salida hasta la llegada de la mayoría, la temperatura debió estar alrededor de 17 grados. Sí hubo algo de frío a primera hora pero manejable con una ropa adecuada. Muchos tenían monos de algodón que luego botaron o bolsas de basura y cobijas que servían como especies de ruanas.

Escribir estas líneas en mi caso cumplen una doble función, pues además de compartir con ustedes las características de este maratón, también me sirven para drenar y reflexionar sobre lo hecho en mi maratón número 15. Quería celebrarlo por todo lo alto, alcanzando mi mejor registro personal, pues nunca se les olvide que correr un maratón es una competencia contra uno mismo, pero lamentablemente el objetivo no fue alcanzado. Terminé en tres horas 46 minutos, haciendo lo previsto luego del kilómetro dos (salí muy atrás e hice ese primer kilómetro casi en seis minutos) al pie de letra hasta el kilómetro 25, con un paso oscilante entre 4:45 y 4:50 por kilómetro. 

Mientras redacto estas líneas observo en el histórico de mi reloj que en el kilómetro 26, por primera vez después de la salida, monté el paso en cinco minutos por kilómetro, exactamente en 5:04. De allí en adelante me tocó protagonizar una lucha contra el agotamiento físico. Es de esos momentos en que uno piensa: Ernesto hay que terminar. Hay que seguir adelante y donde muy pocas veces se pasa a algún competidor.

Cada vez que termino un maratón reflexiono profundamente sobre lo hecho desde el mismo momento en que inicié la preparación hace 16, 20 o 24 semanas, con el fin de aprender de los errores y de reafirmar lo que se hizo bien. Siempre tenía una respuesta inmediata a lo sucedido: que si me sobreentrené, que si corrí en forma correcta o que si por el frío me hidraté muy poco. Esta vez llevo ya cuatro días y no he conseguido la respuesta: hice un plan de 22 semanas y creo haberlo cumplido en un 100 por ciento, corrí con ropa ligera y el proceso de hidratación estuvo bastante bien. La carga de carbohidratos de los últimos días fue de primera línea. Salí el domingo súper conservador hasta el punto de que pasé la media casi ocho minutos más lento que la media Simón Bolívar y los 21 de Plaza´s (ambos corridos en 1:36), con el fin de guardar energías para la segunda parte, pero nada fue posible. Cardiovascularmente estaba bien, pero las piernas pesaban un mundo. 

Recuerdo que en el kilómetro 35 aproximadamente me pasó el "pacer" de 3:30 e intenté seguirlo, pero veía como se iba alejando. Son de esos momentos en que uno se llena de impotencia pero donde también piensa que lo importante es ver le medalla sobre tu pecho. Así fue. Poco a poco nos acercábamos a la meta y al salir del Vonderpark (kilómetro 41) fue echar el resto hasta la llegada. No había mucho pero algo quedaba. Cuando tuve la medalla en mis manos no pensaba en si había terminado alejado del tiempo previsto sino en que había logrado terminar sin lesiones este nuevo desafío.

Correr un maratón es maravilloso. Es apasionante. Es un deporte donde solo al cruzar la meta sabes como puedes terminar. Es una actividad cargada de lucha en los entrenamientos y en competencia que lo hacen único. Nos vemos en CAF el 5 de febrero.

Twitter: @42kilómetros

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