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BEISBOL 007

UN SALON DE LA FAMA ES COMO UN TEMPLO‏

Por Andrés Pascual

Los tiempos están de anjá en el beisbol, no solo por las pifias involuntarias o provocadas, que da lo mismo, sino por la confusión que impera en el sector que menos debía: la prensa.

Sin embargo, quizás la media deportiva no esté “tan” confundida, sino que busque inocular veneno entre el público para salvar, especie de cohecho, una era que mejor nunca hubiera existido.

De la forma como manejan algunos cronistas en español, por influencias de otros anglos; o de instituciones destinadas a convertir en laboratorio científico de alta complejidad la simpleza del juego, los nombres de los peloteros caribeños “elegibles” a Cooperstown, da la impresión de que están en una cola de tienda por departamentos para ser atendidos por orden de llegada.

Tal vez hayan cambiado tanto los tiempos con diana en los criterios sobre quién debe ingresar al Salón de la Fama que, para algunos, todo el mundo puede estar ahí.

La reorganización de las formas de elegibilidad al Templo tiene como objetivo convertir en un verdadero relajo la entrada; a fin de cuentas, el beisbol de hoy es exitoso en lo económico y en lo artístico; pero un rotundo fracaso en lo deportivo… ¿Fiscal que acusa a los que han puesto al pasatiempo en lo más bajo del reclamo moral y deportivo? La historia.

Siempre que un jugador se retira con 15 ó más campañas de labor regulares, por lo general, es elegible a los cinco años por esa especie de cortesía hipócrita que, nadie sabe la razón de su existencia, más allá de un cumplido gratificante. El número de votos decidirá después si se queda o sale del escalafón.

En estos días, un periodista americano ha escrito que “este es uno de los años más flojos en cuanto a talento de todos los que conozco”; pero no explica por qué se quedan vacíos algunos rounds para terminar eligiendo al siguiente a alguien que estuvo en la lista el anterior y lo desecharon como “sin méritos suficientes”. Todo es, más que curioso, sospechoso cuando de Cooperstown se trata.

Bernie Williams, que fue un pelotero valioso, modesto, de clase estelar, sin embargo, no reúne lo suficiente para formar parte del Salón de la Fama, para lo que se debe ser mucho más que una estrella, porque, hasta donde sé, nadie le colgado nunca la etiqueta de “super”.

Fernando Valenzuela se defiende a rajatablas por sus parciales, por lo general mexicanos, se basan en el fenómeno de la “Fernandomanía”, pero esto es un capítulo sociológico que no abre puertas para el recinto.

Como contrapartida, el cubano Mike Cuéllar, que fue mejor que el descubrimiento de Corito Varona y nadie defiende su posibilidad; si quiere saber cuántas veces fue mejor el zurdo del Almendares que el pupilo de Tom Lasorda, vaya a los récordes, ¿Cómo se puede nombrar la indefención del astro del Baltimore por parte, sobre todo, de la prensa hispana?

Ni Rubén Sierra ni Edgar Martínez ni Vinicio Castilla son inmortales, buenos peloteros sí, pero no en plano de cohabitantes con Willie Mays o con Roberto Clemente en la memoria superior.

Harold Baines, Al Oliver, Babe Herman (todavía se refieren a sus problemas de fielding), Cecil Travis, Carl Furillo, Gil Hodges, Bob Meusel…no estan ahí; pero, para alimentar el carácter personal, nacional o regional de exigencias, entonces ciertos “científicos”, como Bill James, se aparecen con lo del “share facts”, para explicar que los números sagrados no deben ser patrones fijos de estricto cumplimiento; es decir, bateo sobre .300, 500 jonrones, más de 1550 impulsadas o 300 ganados, ¿Cuál es el objetivo que se persigue? Yo no sé, pero huelo igualar a jugadores solo buenos con los dioses del pasatiempo, incluso sugerir la posibilidad de que los superen. Quizás esa sea la forma de destacar el valor del jugador de “traje sucio”, que se moría en el terreno de juego, pero que, aunque se le reconocía el aporte al club, nunca puede ser colocado por lo mismo con respecto al beisbol como esencia trascendental.

Si se fueran a aplicar factores de rendimiento colateral en vez de números, Pepper Martin, Hank Bauer, Jackie Jensen, Maury Wills, Elston Howard…deberían ser analizados a la luz de la nueva justificación, que se puede, con grandes posibilidades de ser incluídos.

De los hispanos en el Salón de la Fama solo lo son verdaderamente Marichal, Aparicio, Alomar, Carew y Clemente, con los 3 elegidos por las Ligas Negras: Torriente, Méndez y Dihigo por lo que se sabe. Ni Tani ni Cepeda, si se va al fondo del asunto, deberían estar.

Ahora, por los novísimos procedimientos influenciados por los “salvadores de esta era”, por el “share”, Miñoso y Oliva deben estar ahí.

De los todavía activos, al que no vote por Vizquel y por Vladimir Guerrero tienen que crucificarlo por impío

A fin de cuentas, hay que estar atento, no vaya a ser que a Cooperstrown lo conviertan en un motel de la calle Okeechobe en Hialeah, con acceso para todo, por todos y por orden de llegada.

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: Al Oliver no están en Cooperstown

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