LO DE LOS MARLINS ES UNA TARA HEREDITARIA
Por Andrés Pascual
Nadie puede verlo de otra forma, hay una enfermedad maldita, presente en cada administración del equipo desde que debutó, casi en el rango de leyenda urbana, que impide que se facture un club ganador aquí, porque estar en la Serie Mundial y ganarla un año para sumergirse en las profundidades de la tabla después, no es construir un equipo championable, que debe ser el que se mantenga varias temporadas en los titulares y con mejor promedio que .500 en el standing.
Ahora, lo de los titulares es ambivalente, porque de ahí no bajan: si no es porque vendieron a todo el mundo o casi, es porque mintieron para llevarse el estadio gratis…bonita forma de hacer publicidad la de esa oficina.
Pero bueno, es lo que hay: “a falta de pan, casabe”, lo que pasa es que este último es muy caro, al extremo de que, posiblemente en breve, con el salario de una semana, si “quimbó” un trabajo no podrá pagar todo el gasto de un hijo y usted mismo en un día de solaz en el estadio “nuevo”, para ver a unos Marlins sin aguja en el terreno.
No es que cambien o vendan a jugadores a los que promovieron como obligatorios para lograr resultados decentes o competitivos el año “del estadio y del cambio de nombre”, sino que los movimientos parecen una reacción contra un fanático que conoce de quién hay que salir con nombre y apellido y lo ha pedido a voces, lo mismo en la instalación, que cualquier emisora de radio o portal de internet donde se pueda opinar. Es como un castigo por portarse mal.
Por ejemplo, la política de ese dueño con respecto al club funciona mirando su cuenta de banco y empleando cualquier táctica, nunca limpia y decente, sino sucia y grosera para conseguir su objetivo y casi todos los jugadores justifican a Loria con “sé que esto es así, un negocio”, no señor, usted no conoce nada, cuando se ejecuta de la forma como lo hace ese tipo, no puede ser “negocio” solamente la palabra empleada, debe acompañarla otra que, por dura y agresiva no debo repetir aquí por regla de decencia.
El venezolano Omar Infante era uno de los buenos jugadores que tenía el club, rápido, inteligente, infielder confiable y bateador con autoridad para la posición que debe ocupar y Aníbal un pitcher bueno para la rotación de nivel con que se engatusó al público.
¿Quién está a salvo de las voraces fauces del binomio Beinfiest-Loria? Nadie, solo hay que ponerle cuatro pesos y un pan con guayaba sobre el buró y salen como bolas por tronera Morrison, Stanton y Johnson.
Para arreglar el problema que afectó a todos los jugadores solo había que regalar a Hanley y botar a Eduardo Pérez y a Ossie Guillén.
Aunque, realmente, lo que lo resolvería radicalmente es que Loria se llene del valor que no tiene para hacer cosas positivas en varios niveles de interés y que le venda el club a alguien honesto y decente, que ame al juego y que coloque a la novena en el nivel de prioridad que merece semejante propiedad.
Que nadie dude de que este desmantelamiento continuará con cualquiera, a fin de cuentas, “así es este negocio”.
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