Nelson Ned, el pequeño gigante de la canción brasileña
En Brasil era poco conocido, si bien en la Latinoamérica hispana y en EE UU se consagró como ídolo generacional. Nelson Ned d’Ávila Pinto, conocido en el mundo artístico como Nelson Ned (Minas Gerais, 1947), falleció el pasado 5 de enero en São Paulo, lejos de los oropeles de la fama y en el silencio de la pequeña localidad paulista de Cotia, donde pasó las últimas horas de su vida hospitalizado. El más célebre intérprete brasileño de boleros murió aquejado por una infección pulmonar, pero en realidad su vida comenzó a apagarse lentamente una década antes, tras sufrir en 2003 un accidente vascular cerebral agravado por diagnósticos de diabetes, hipertensión y alzhéimer. Ned había perdido la visión de un ojo y solo podía desplazarse en silla de ruedas.
La anomalía de enanismo que sufría (medía 1,12 metros) nunca fue un obstáculo para que el público latino lo encumbrase como una de las grandes voces de la canción romántica de las décadas de los sesenta y setenta. Espoleado por su éxito en Latinoamérica, el compositor e intérprete se volcó en la grabación de discos y en giras en las que la totalidad de su repertorio era en español. Colombia, México y Argentina se rindieron rápidamente ante su talento artístico. Después vino el público latino de EE UU. Y Ned, del que poco se hablaba en Brasil, comenzó a codearse con nombres como Julio Iglesias o Tony Bennett.
“El pequeño gigante de la canción” llenó tres veces el legendario Carnegie Hall y también se presentó en el Madison Square Garden de Nueva York. La carrera artística de Ned fue inversamente proporcional a su estatura: grabó 32 discos y vendió 45 millones de copias en todo el mundo, de las cuales más de un millón se despacharon en el mercado de EE UU. Esto lo consagró como el primer latinoamericano en alcanzar estas cifras de ventas en el país donde Sinatra o Bennett mantenían su hegemonía.
Nelson Ned comenzó su carrera desde abajo y fue en el programa televisivo del célebre presentador brasileño Chacrinha donde inició una carrera que poco después se revelaría meteórica. El intérprete de Todo pasará dijo años después de sus inicios: “Chacrinha me dio una oportunidad y me dio de comer. Le debo mucho. Fue muy difícil ser cantante de música brega [término usado en Brasil para definir la música romántica de dudoso gusto] y enano en este país”.
El intérprete brasileño recorrió los escenarios de toda Latinoamérica y en sus últimos años en activo se entregó a la música góspel (años antes había abrazado la confesión evangélica). En 1996 publicó su autobiografía El pequeño gigante de la canción, en la que certificó no tener ningún complejo por la estética de sus canciones: “¿Quién no es hortera cuando habla de amor? El amor es hortera, no mi música”.
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