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BEISBOL 007

Luis Aparicio todavía brilla a los 80 años de edad

El mayor ícono del deporte venezolano en el siglo 20 recibe la fecha este martes en Barquisimeto, su ciudad adoptiva, entre recuerdos de una carrera todavía no igualada por sus compatriotas, pues sólo él tiene un lugar en Cooperstown, en el Salón de la Fama de las grandes ligas

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El nombre de Luis Aparicio sigue apareciendo en las marquesinas del beisbol venezolano, cuatro décadas después de su retiro.

Una nota en el blog de Baseball Reference puede ser usada como la enésima prueba de la grandeza deportiva del único pelotero criollo que posee una placa en el Salón de la Fama de Cooperstown.

Allí, junto a Pete Rose, George Brett, Hank Aaron y Roberto Clemente, conspicuos bateadores, aparece el zuliano como parte de la veintena de toleteros que han sumado al menos 40 juegos de cuatro hits en la historia de las grandes ligas.

Sí, el diminuto jugador que ganó su gloria con el guante, haciendo acrobacias en el infield, aparece en ese exclusivo grupo.

Menos de 10 hombres habían acumulado tantos duelos así, como él, al momento de su retiro, la víspera de 1974. Acaso Aaron, Clemente, Willie Mays, Maury Wills, Lou Brock y Carl Yastrzemski.

Este beisbolista único, el deportista nativo que más lejos ha llegado en el plano internacional, cumple 80 años de nacido este martes 29 de abril.

No sólo consiguió en su carrera 9 guantes de oro y 13 llamados al Juego de Estrellas, la marca de más dobleplays como campocorto y más juegos disputados en su posición; Aparicio también consiguió logros ofensivos más allá de su asombrosa y todavía inigualada seguidilla de nueve temporadas como líder robador de la Liga Americana.

Colgó los spikes como dueño de todos los principales registros para peloteros nacidos en estas tierras. Todavía le quedan algunos, como el liderato en triples y la mayor cantidad de estafas.

Sus herederos fueron desgajando el fruto de su legado, récord a récord. Especialmente Omar Vizquel. Pero se mantiene como el compatriota más veces aparecido en la portada de la prestigiosa revistaSports Illustrated y el único capaz de marcar con su impronta toda una era en las mayores, la del regreso de la velocidad entre las almohadillas, que protagonizó junto con sus Go Go Sox, a partir de su debut en las grandes ligas, cuando se llevó el premio como Novato del Año del joven circuito, en 1956.

Su amigo Alfonso Saer escribió una memorable semblanza de su vida en ocasión del doctorado honoris causa que le entregó la UCLA, en 2004, cuando tenía 70 años de edad. Un periodista de las nuevas generaciones, Augusto Cárdenas, redactó junto al shortstop una biografía notable, llena de anécdotas y crónicas: Mi historia, imprescindible lectura en la bibliografía del deporte nacional.

Hijo del que fuera el más grande de las paradas cortas en los tiempos del beisbol semi profesional, Luis Aparicio Ortega, y figura señera de los Tiburones de La Guaira de Pedro Padrón Panza, ya en la década de los años 60, el marabino tuvo que jugar en el jardín izquierdo en sus tiempos juveniles, a fin de poder formar parte de la selección nacional; así de pródiga es esta tierra de campocortos, que vio crecer al “Pequeño Louie” hasta convertirse en su más notable estandarte.

Rubén Mijares, reportero de fuste y gerente de varios equipos en nuestra pelota, recuerda una anécdota que pinta como pocas el impacto que Aparicio causó en su tiempo como jugador.

En los interligas entre equipos de República Dominicana y Venezuela, hace exactamente medio siglo, los Tiburones visitaron San Pedro de Macorís, para un encuentro más.

Se llenaron todos los espacios en el estadio, cuenta Mijares, uno de esos miles que, sentado en las tribunas, se disponía a ver el partido.

“Aparicio no había hecho nada hasta el sexto o séptimo inning”, rememora el cronista. “Entonces, le dieron una línea a Wayne Graham en tercera base, la pelota se le levantó y Aparicio le entró por detrás, en el hueco. Tomó la bola, tiró y sacó al corredor en primera. Cerca de mí, un hombre se llevó las manos a la cabeza y dijo: ‘¡Qué cosa más grande! ¡Qué cosa más grande!”. Y se paró y se fue. Lo vi salir. Luego, me asomé a la calle y lo vi cruzando hacia la otra acera, todavía con las manos en la cabeza. Había ido a ver a Aparicio y con esa jugada había pagado su entrada”.

Aquel paracorto de manos mágicas, bendecido por la Chinita en su primer juego en el beisbol profesional; aquel astro que brilló con los Medias Blancas, que fue campeón mundial con los Orioles de Baltimore y que se despidió con los Medias Rojas de Boston; este ícono del deporte venezolano en el siglo 20, cumple 80 años de edad en Barquisimeto, la ciudad que adoptó como su hogar, al finalizar su brillante carrera.

IGNACIO SERRANO / EL EMERGENTE

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