La Dimensiòn Latina / Reportaje de Milagros Socorro
El aniversario de aquel debut del 15 de marzo de 1972 encuentra a sus miembros originales reunidos otra vez y decididos a reeditar sus viejas glorias. Con 30 discos grabados y un lugar seguro en la historia de la música caribeña, tiene además la satisfacción de haber sido declarados, en julio de 2003, Patrimonio Histórico Cultural de Santiago de León de Caracas.
Milagros Socorro
La escalera que conduce al estudio de grabación es oscura e incómoda. De hecho, para llegar a ella es preciso recorrer el estrecho pasillo del primer piso, al que se abre la puerta de un baño de donde emana un olor mezcla de orina rancia y detergente barato.
El ensayo está pautado para el lunes, entre 8 y 10 de la noche, en un edificio de dos torres, en la venida San Martín, en cuyos bajos hay unos locales comerciales. El miércoles siguiente se presentarán en el restaurant Campanero Grill, en el Centro Comercial Ciudad Tamanaco; y, además de los cinco legendarios artistas, se espera la concurrencia al ensayo de unos cinco músicos más, todos jóvenes, que se han incorporado a la banda. El entorno es decadente pero la circunstancia dista de serlo: los miembros originales dela Dimensión Latina han vuelto a juntarse. Están todos, con la excepción de Oscar D’León, en la actualidad una estrella inalcanzable, y de Jesús ‘Chuito’ Narváez (Margarita, 26 de agosto de 1950 –La Guaira, 16 de enero de 2006).
El anfitrión es César ‘Albóndiga’ Monge (Catia, 26 de febrero de 1959), director musical y trombonista. Conserva el nombre artístico, pero no la contextura física a la que alude: está mucho más delgado. Es un hombre afable, afectuoso, de risa fácil y muy comunicativo. Da la impresión de estar en paz con el mundo y con su propia vida. Están también: el timbalero Joseíto Rodríguez, organizado, conciliador y buena gente; el percusionista Elio Pacheco, a cuyo cargo está la tumbadora, es el eterno blanco de las bromas de sus compañeros, porque, según ellos, es un viejo (nació en Caracas el 8 de abril de 1944); el trombonista José Antonio Rojas, Rojitas, y el cantante Rodrigo Mendoza.
Con la excepción de Mendoza, que llegó a la Dimensión Latinaen marzo del 77, los otros cuatro están en la orquesta desde el primer momento. También ha regresado a su casa el cantante Vladimir Lozano, (nacido en 1950 e, igual que Rodrigo Mendoza, en Maracaibo). Vladimir ingresó a la Dimensiónen 1974, dos años después de su fundación, pero había estado siempre cerca. “Su ingreso se produjo poco antes de los carnavales de 1974”, dice Albóndiga, “e inmediatamente grabó su éxito La piragua. No lo habíamos contratado antes porque él estaba comprometido en La cueva del oso y porque no había el biyuyo”.
Han pasado muchas cosas. Se han peleado. Se han ido a formar sus propias orquestas. Han cosechado algunos éxitos y padecido no pocos sinsabores. Muchas veces han mirado al pasado y evaluado los errores. Han visto el tiempo pasar. Han vuelto a encontrarse muchas veces, en distintas circunstancias; incluso, ha coincidido para grabar un par de veces… hasta que a principios del año pasado volvieron a reunirse, pero esta vez para retomar el camino dela Dimensión Latina. Y ahora será para siempre, aseguran.
En los primeros años 70, Joseíto Rodríguez era mensajero. En varias ocasiones subió al taxi que entonces manejaba Oscar Emilio León Simoza (Caracas, 11 de julio de 1943), quien no tardaría en ser conocido, entre otros apelativos, como el león de la salsa. En esas ocasiones los dos iban haciendo música mientras escuchaban una de las cintas que Oscar llevaba para escuchar mientras trabajaba. Joseíto percutía con lo que tuviera a mano y el singular chofer cantaba con tal fuerza que arropaba la voz de los cantantes.
En el 71, ya Oscar actuaba en el local La Sabra, como bajista del quinteto Los Junior. Pero el centro de la salsa en Caracas era la cervecería La Distinción, a donde solían ir los muchachos de Los Junior cuando terminaban de trabajar. A principios del 72, la escena de La Distinción la copaban el grupo Los Satélites, del zuliano José Rafael Cheché Mendoza, donde a la sazón tocaban Albóndiga y Rojitas. Una noche se armó un zafarrancho en el que intervino uno de los músicos de Los Satélites, y Aurelio, el encargado de La Distinción, los botó en el acto.
Oscar D´León, que se encontraba en el lugar, se apresuró a ofrecer una orquesta… que no existía. Fue así como el 12 de marzo del 72, Joseíto estaba con Oscar en su Ford Crown gris del año 56 de Oscar, cuando se detuvieron frente al Cuartel de Bomberos a para recoger a Rojitas. “Se me quedó grabada en la memoria”, dice Joseíto, “el momento en que Rojitas salió, con su uniforme de bombero y en una mano, el trombón”. Poco después llegaron Elio Pacheco y Rojitas. Oscar presentó a los que no se conocían y se fueron a Catia a recoger “al gordo Monge”. Una vez lleno el vehículo, se dirigieron a la casa de Andrés ‘Culebra’ Iriarte, enLa Guaira, donde se harían los pocos ensayos previos al debut. Culebra fue el primer pianista dela Dimensión Latina, y solo estaría un mes con el grupo. Rápidamente fue sustituido por Chito Narváez.
El 15 de marzo de 1972, se presentaron por primera vez. Sería, como ya ha registrado la historia, en la cervecería La Distinción, en la avenida Venezuela de El Rosal. Los preparativos fueron tan precipitados que aquella noche inaugural no tenían ni siquiera nombre. Había una idea vaga. En esa época hacía furor la canción Acuario (Let the Sunshine In), del musical Hair, que había sido grabada en 1969 por el grupo La Quinta Dimensión. Con esa referencia, ellos consideraban la posibilidad de llamarse Dimensión 6, para seguir en la onda esotérica y hacer referencia al hecho de que ellos eran un sexteto. Pero al mes de estar tocando enLa Distinción, un habitué del lugar y gran músico, el saxofonista Víctor Cuica, que conocía a variaos de ellos porque había sido su compañero de estudios en la escuela de músicos militares, les sugirió el nombre con el que se incrustarían en la cultura venezolana. Les pareció perfecto. Cogieron una cartulina, escribieron con marcador La Dimensión Latina, y pusieron el improvisado cartel en la marquesina del local. No sospechaban que acababan de acuñar la marca de la primera orquesta venezolana con proyección internacional.
Después de esas primeras semanas los hechos tomaron un ritmo vertiginoso. Lo primero que ocurrió fue que, de estar contratados dos noches por semana (a razón de Bs. 30 por jornada), pasaron a tres. Les dieron también los domingos, pero en otro local y en doble tanda. “El señor Heriberto, el dueño deLa Distinción”, recuerda Joseíto, “tenía otro negocio, llamado El Junquito Park, en esa población. Y nos dijo para que tocáramos allí los domingos hasta las 7, cuando cerraban el local. Así lo hicimos. Y resulta que, cuando terminábamos allá, nos veníamos en el carro de Oscar, seguidos por una tremenda caravana, porque la gente no quería suspender la parranda. De manera que se venían detrás de nosotros para seguir la rumba enLa Distinción”.
-En el techo montábamos el equipo de sonido, el piano de pared y las congas –dice Albóndiga- y adentro íbamos nosotros seis. Y así mismo viajábamos para el interior.
Antes de terminar el año ya habían grabado su primer disco y hasta habían amenizado la travesía del barco español Begoña, en su crucero por el Caribe. Habían logrado una hazaña: eran el primer sexteto del mundo con dos trombones. “Hasta ese momento”, precisa Rojitas, “los sextetos tenían guitarra y una trompeta”. Y había logrado un sonido único, que enloquecía a los bailadores.
-La Dimensión Latina–dice Federico Pacanins, en su libro de próxima aparición, Salsa en Caracas- forjó un sonido caraqueño como el que más, siempre ligado a una parentela de música afrocaribeña bailable nunca renegada: la orquesta Casino dela Playa,la Sonora Matancera,la Billo’s Caracas Boys o la banda de Luis Alfonzo Larrain fueron punto de partida mediante el toque de temas versionados por el bolerista Wladimir Lozano y por el bajista, Oscar D’León.
-El dela Dimensión Latina–dice Albóndiga- es el primer sonido venezolano de exportación. Aunque nosotros empezamos copiando, no tardamos en desarrollar un sonido particular, que, además, es de todos. Ninguno de nosotros puede decir que hizo el sonido dela Dimensión. Cadaquien aportó lo suyo: Joseíto tiene un chapeo famoso, que se lo imitan hasta en Rusia, Elio con su golpe… eso fue lo que se reunió aquí. Y teníamos, claro está, la presencia de Oscar D’León, que tiene un dominio asombroso del bajo y un estilo incomparable. No hay duda de que Oscar tiene un don de Dios.
-Cada quien se ingenió para producir la mayor cantidad de sonido posible –explica Elio- porque éramos solo seis y había que sonar mucho.
Oscar D’León dejó la agrupación en 1976 para hacer la carrera internacional acorde a su inmenso talento y disciplina. Fue un golpe muy duro para la orquesta, el diablo de la salsa, como se le llamó en una época, era un prodigio de figura. Bajista excepcional, extraordinario cantante, sonero espléndido, carismático y dueño de una energía avasallante, que despliega mientras baila como un rey y corteja al instrumento como si fuera una mujer. Es demasiado. Cuando Oscar D’León está en escena solo él concentra las miradas. La verdad es que él era el gran gancho de la banda. Y, por si fuera poco, es un compositor de gran éxito. ¿Un ejemplo? La guaracha Llorarás, de su autoría, grabada en 1975, enDimensión Latina ’75, el quinto disco de la orquesta y el segundo disco donde se alternaban las voces de Vladimir y Oscar. La leyenda cuenta que Llorarás fue incluida a última hora, como relleno; y hete aquí que varios especialistas han coincidido en que esa pieza trazaba la ruta quela Dimensión debió tomar como agrupación de acento urbano, caraqueño, en contraposición a los temas campesinos de origen cubano y puertorriqueño, que terminaron privando en su repertorio.
Tras la marcha de Oscar, la orquesta tuvo buenos momentos. El cantante que lo sustituyó fue Argenis Carruyo; y luego engancharon a Andy Montañés, cuadros de primera, sin duda alguna. Pero a los diez años de su fundación,la Dimensiónlatina comenzó a declinar.
En la actualidad, los fundadores hablan de Oscar D’León con gran respeto y cariño. Cada tres palabras lo mencionan. Y no pierden las esperanzas de verlo llegar un día, girando instrucciones a gritos, conminándolos a montarse en un escenario para triunfar.
Publicado en la Revista Clímax, marzo de 2012
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