La carrera de Nomar es una lección para todos /Rob Neyer
La carrera de Nomar Garciaparra es una lección excelente sobre la inevitabilidad de la inmortalidad.
En su primera temporada con los Medias Rojas, Garciaparra fue nombrado el Novato del Año (de forma unánime) luego de liderar la Liga Americana en hits y triples.
En su segunda temporada, Garciaparra terminó segundo en la votación del JMV y debió haber terminado primero.
En su tercera temporada, Garciaparra bateó .357 y ganó el cetro de bateo de la Liga Americana.
En su cuarta temporada, Garciaparra bateó .372 y volvió a ganar el cetro de bateo.
Garciaparra estaba en camino al Salón de la Fama ... pero no estaba solo.
En esas cuatro temporadas, Garciaparra bateó .337/.386/.577 ... y de alguna manera no fue catalogado universalmente como el mejor torpedero del planeta. Ni siquiera de la Liga Americana.
Estaba Alex Rodriguez, quien bateó .304/.372/.560 sin el beneficio de haber jugado la mitad de sus partidos en el Fenway Park.
Estaba Derek Jeter, quien bateó .325/.402/.479, también sin el beneficio del Fenway Park (pero con cuatro anillos de Serie Mundial guardados en alguna parte).
Pero por un momento en el tiempo, Garciaparra era el más adorado entre ellos. En esa cuarta temporada (2000), Garciaparra se fue de 5-3 en el primer juego de una doble cartelera a mediados de julio en Baltimore yo estuve allí para aumentar su promedio a .403.
.403
Garciaparra se fue de 5-0 en el segundo juego esa tarde, manteniendose en el rango de los .390-.400 por algunas semanas más, y luego bateó .346 desde el 14 de agosto hasta el final de la temporada para terminar con promedio de .372. Aún así ...
.372
Lo que no sabíamos era que Garciaparra tenía una lesión en la muñeca. Una lesión seria. En el 2001, no jugó hasta finales de julio, teniendo problemas en 21 partidos y terminando temprano su temporada. Fue sometido a una cirugía, y fue "exitosa" ... pero Garciaparra nunca volvió a ser ese jugador, nunca más volvió a ser una amenaza para ganar un cetro de bateo o un premio de JMV.
En cada una de las siguientes dos temporadas, Garciaparra jugó en 156 partidos; nunca había hecho eso antes. En ambas, sobrepasó los .300 y en una de ellas conectó 56 dobles. Todavía se mantenía, según se recuerda, con paso de llegar a Cooperstown. Todavía quedaban varias curvas y movimientos que navegar, pero el historial de trabajo de Garciaparra antes de llegar a los 30 años comparaba favorablemente con algunos jugadores del cuadro que son miembros del Salón de la Fama.
Y entonces, llegó el 2004. Aún con los Medias Rojas, bajo nueva gerencia, Garciaparra bateó cuando jugaba, pero no jugó demasiado. Y cuando jugaba, la nueva gerencia lo consideraba un problema con el guante. Ya fuera por las lesiones o por su estrella en descenso, o por la actitud de la gerencia o el gran contrato que había rechazado quizás erroneamente, como aparentó posteriormente -- Garciaparra no estaba contento con los Medias Rojas y el sentimiento aparentaba ser mutuo.
Alguien tenía que rendirse. Justo antes de la fecha límite de cambios, Garciaparra pasó a los Cachorros en una transacción de cuatro equipo que trajó a Orlando Cabrera al Fenway Park para jugar el campocorto.
Cabrera no jugó mejor que Garciaparra. Pero los compañeros de Garciaparra no lo extrañaron, los Medias Rojas tuvieron marca de 22-3 a mediados de agosto y eventualmente ganaron (finalmente) la Serie Mundial. El resto de la historia son detalles, entre los que se incluyen dos equipos adicionales para Garciaparra y una colección deprimente de incómodas lesiones.
Luego de todos esos malos sentimientos en el 2004, las partes se reunieron hoy para una cálida despedida. Esta historia no tuvo el final que se esperaba hace 10 años. Pero un final feliz es un final feliz.
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