¿Tienes poca energía?, ¿te cuesta mucho más que antes levantar cargas pesadas? ¿has perdido vitalidad?, ¿te falta chispa en las cuestas?… Seguro que te has olvidado de alimentar a tus músculos, no esperes más y dales el alimento que necesitan ya.
Pues la verdad es que sólo comiendo no te van a crecer los músculos ni te vas a poner fuerte, pero lo que sí está demostrado es que si no comes de la forma adecuada no vas a lograr que tu musculatura “luzca” como podría hacerlo, ni vas a recuperarte rápido después del esfuerzo, ni vas a tener vitalidad. Así que más te vale equilibrar tu dieta y ponerte en acción de inmediato… antes de que tus músculos te devoren vivo.
¿CÓMO LE DOY DE COMER A MIS MÚSCULOS?
Tu musculatura es el motor de tu cuerpo, el sistema que transforma los alimentos que ingieres en rutas de bici, carreras por tu parque o levantamientos de pesas. Por tanto, al igual que el motor de tu coche necesitan de una serie de elementos para garantizar su funcionamiento correcto, esencialmente el combustible adecuado y las piezas de recambio que van sustituyendo a las que se gastan cada cierto tiempo. Pero tu cuerpo es mucho más complejo que cualquier vehículo a motor, por sofisticado que parezca. Sus mecanismos no son tan simples.
De entrada tiene la posibilidad de utilizar cualquier principio inmediato como combustible, dependiendo del tipo de esfuerzo que realice y de la disponibilidad de cada elemento. ¿Te imaginas que si tu coche se quedara sin gasolina fuera capaz de convertir alguna pieza en combustible? ¿Te haces a la idea de lo que sería que de repente, con la aguja del fuel a cero, desapareciera un retrovisor y volvieras a tener gasolina? Tu cuerpo es capaz de hacer algo similar. Tu coche no. A tus músculos tienes que suministrarles de todo. Si hablamos de los tres grupos de nutrientes tenemos que darles:
¿Hidratos de carbono: Que se convierten en glucógeno y éste se acumula en el propio músculo como forma energética de rápida disponibilidad.
¿Grasas: Tienen una función mecánica de protección y a la vez intervienen en las estructuras de las células musculares. También se usan como sustrato energético: ¿te has fijado en las vetas blancas que se ven en el jamón? Es grasa que está dispuesta entre los haces de fibras musculares para protegerlos de impactos y para ser transformada en energía cuando sea preciso y se den las condiciones apropiadas, que es cuando la intensidad del esfuerzo es baja y/o cuando se agotan el glucógeno muscular y el hepático.
¿Proteínas: Los músculos están hechos en esencia de proteínas, por eso las necesitan para compensar el desgaste que ocurre con el esfuerzo, que origina una degradación de aminoácidos mayor cuanto más intenso y prolongado es éste. En casos extremos las proteínas también pueden cumplir una función energética, usándose como combustible
NOTAS:
No importa que tus músculos metabolicen grasa, hidratos de carbono o proteínas como forma energética, porque el resultado de cualquiera de los tres es el ATP o adenosintrifosfato, una molécula de alta energía que procede principalmente de la glucosa, pero también puede obtenerse desde las grasas y desde las proteínas. Los procesos que dan como resultado el ATP pueden ser aeróbicos o anaeróbicos, según la intensidad del movimiento, y se dan dentro de las mitocondrias, que son los hornos quemadores de alimentos contenidos en las células y más abundantes en el tejido muscular que en el resto de tejidos de tu cuerpo.
A medio gas Cuando el esfuerzo es de una intensidad de baja a media y el funcionamiento de tus músculos es aeróbico estás quemando grasa e hidratos de carbono, en una proporción que varía con la intensidad (a más exigencia más hidratos de carbono y menos grasa). Si has consumido todas tus reservas puedes tirar de proteínas.
Entregándolo todo Cuando vas a tope el metabolismo entra en anaerobiosis. El oxígeno que tomas no es sufi ciente para formar ATP de forma aeróbica y la única manera de obtener energía es obteniendo ATP a partir de los hidratos de carbono, dando esta reacción como resultado ácido láctico.
Arranque inmediato Los segundos iniciales de cualquier esfuerzo se llevan a cabo gracias a la fosfocreatina, una molécula que suministra la energía al instante, antes de que se ponga en marcha mecanismo aeróbico alguno
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