CATCHERS QUE NO ESTAN EN LA JUGADA
Por Andrés Pascual
En las series de pelota castristas, Modesto Larduet, receptor de equipos del Este del país, se cruzaba solo, ¿Qué significa esto? Que pedía una recta y se preparaba para recibir un slider; o, al revés. El tipo jugaba bruto, con cara de bruto y era bruto. Nadie sabe cuántos bolazos le metió en el pecho Braudilio Vinent. Lázaro Martínez, un catcher del Industriales, le tenía tanto miedo al impacto en home con un corredor que empezaba a recular y, si hubiera podido, hasta el backstop no paraba. Juan Castro, considerado el dios de la posición en los últimos 49 años en la Isla, tenía un problema a la hora de intentar poner out a un corredor y era que no manejaba ni el momento, ni el tiempo del intento; menos aún los de aquellos que tenían luz verde en los senderos, pero que intentaban la estafa con detalles como el tipo de pitcheo calculado, el número en el orden y si el serpentinero era o no derecho. Castro sacaba por su buen brazo, pero no por la maestría obligada de un primer receptor. En su caso, puede decirse sin exageraciones, que los corredores lo sorprendían, pero le recibía a lanzadores de gran velocidad que, sumada a la de su disparo, le permitía sacar el out. En Cuba, bien; pero no hay peor espectáculo que observar una ridiculez defensiva en las Grandes Ligas: en el juego de apertura de temporada de hoy entre los Tigres de Detroit y los Yanquis, bateando Mark Texeira a la zurda y con Justin Verlander en el balk por los felinos, un corredor que permanecía en segunda, en aparente acción suicida, se lanzó al robo de la esquina caliente y llegó primero que el disparo del receptor Alex Avila… En cualquier pelota del mundo, con un pitcher de la velocidad de Verlander, que no lanzó un cambio, sino una rectaza y porque la tercera le queda más cerca de los ojos que su nariz al catcher, con el área limpia de cualquier obstáculo que dificulte la visibilidad por lo del bateador zurdo, tiene que ser un out más grande que el Empire State. Estos detallitos son los que yo disfruto para criticar la pelota de hoy, pero me disgusta aceptar la realidad conmigo mismo de que esta pelota ya no es ni la chancleta de la que se jugaba hace solo 30 años.
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