BLACKBURNE, EL FANGO DEL DELAWARE Y LA PELOTA DE BEISBOL
Por Andrés Pascual
Russell “Lena” Blackburne fue un jugador de cuadro que actuó ocho años en el período 1910-1927 para los Medias Blancas de Chicago, los Rojos de Cincinnatti, los Bravos de Boston y los Filis de Filadelfia, se puede considerar fácilmente, sin ofender a nadie, de “nada del otro mundo”; ni, posiblemente, de este tampoco. Después de concluir su carrera como jugador activo, dirigió a los Medias Blancas en 1928-29, antes, había trabajado como coach de este club en 1927-28 y, después, para los Carmelitas de San Luis en 1930 y para los Elefantes Blancos de Connie Mack en 1933-38; 1940-45 y 1947-48.
Nacido en Clifton Heights, Pensilvania, se mudó junto a su familia, a muy corta edad, hacia Palmyra, Nueva Jersey; bateador de mucho menos que modesto promedio de .214, jugó 550 juegos entre el campo corto, la tercera, la segunda y la primera base con una actuación como pitcher de relevo en un juego.
Director en las Mayores con pésimo récord de 99-133 que también trabajó como scout para los Atléticos de Filadelfia cuando se mudaron a Kansas City; director parcial en las temporadas de 1916, 1921 y 1932 del Toronto de la Liga Internacional, falleció a los 81 años en Riverside, Nueva Jersey y lo sepultaron en en el Cementerio Morgan, a las afueras de Palmyra, no lejos de donde vivió, sobre las avenidas Henry y Cinnamonson.
¿Qué ofrece esta reseña biográfica para dignificar en el beisbol a Lena Blackburne? Aparentemente nada, porque nunca pudo descubrir el secreto de los pitchers que le ponían out con rutinaria facilidad; sin embargo, fue capaz de desenterrar el secreto del “fango” del Rio Delaware que, con cierto proceso, es la sustancia que emplean los umpires antes de cada juego de Grandes Ligas, Ligas Menores o Colegiales, para quitarles el brillo del proceso de acabado a las pelotas antes de cada encuentro de beisbol.
Hasta más allá de los 30’s, para opacar las pelotas en cada juego de beisbol, lo mismo se utilizaba el jugo de tabaco, que el betún para pulir zapatos, que la arena de los terrenos con agua o combinaciones de ellas; sin embargo, ninguna les daba la impresión correcta al tacto o a la vista: quedaban muy oscuras y más blandas de lo deseado , lo que mantenía en casi estado de bola muerta al juego que, desde 1920, había sido declarado propiedad de la bola viva.
Cuentan que a Blackburne se le ocurrió la idea de comenzar a localizar una sustancia efectiva para el tratamiento del cuero de la pelota cuando un árbitro, mientras servía como asistente en tercera base de los Atléticos de Filadelfia, se le quejó del asunto.
Hasta un lugar específico y misterioso del río Delaware contempla la historia y también se cuenta que solo el lodo de ese lugar es el adecuado.
En principios, el producto fue autorizado a usarse solamente por la Liga Americana, porque Blackburne era un acérrimo partidario del Joven Circuito; sin embargo, ya para mediados de los 50’s, todos los circuitos beisboleros, incluidos los colegiales, lo empleaban.
El negocio se amplió tanto que es una marca registrada del beisbol americano y su comercialización, que se inició en 1938, ha pasado de mano en mano de los descendientes de Lena Blackburne hasta hoy.
Un detalle relacionado con el juego moderno es que, como que no ablanda el cuero porque no mantiene humedad, este pulimento milagroso se convirtió en un elemento de importancia en la carrera de jonrones tras el record de Babe Ruth, porque concentra y mantiene el poder de rebote de cada pelota, haciéndola digna del concepto que, alrededor de la propia bola, cambió el juego en 1920 hacia el de “era de la bola viva”, que lo ha sido realmente después que se comenzó a usar el producto.
Cuando por amor al juego y al billete Lena Blackburne descubrió que, con el fango del río mencionado se mejoraba el tratamiento para liquidar el brillo de las pelotas de beisbol, nunca pensó que, como bateador de .214, 5 jonrones y 139 carreras impulsadas en su carrera, podría estar en Cooperstown; sin embargo, su ungüento, conocido como Lena Blackburne Rubbing Mud, le ganó una mención en el recinto de los inmortales del pasatiempo.
Pie de grabado: De izquierda a derecha Eddie Collins, Lena Blackburne y Ty Cobb.
Russell “Lena” Blackburne fue un jugador de cuadro que actuó ocho años en el período 1910-1927 para los Medias Blancas de Chicago, los Rojos de Cincinnatti, los Bravos de Boston y los Filis de Filadelfia, se puede considerar fácilmente, sin ofender a nadie, de “nada del otro mundo”; ni, posiblemente, de este tampoco. Después de concluir su carrera como jugador activo, dirigió a los Medias Blancas en 1928-29, antes, había trabajado como coach de este club en 1927-28 y, después, para los Carmelitas de San Luis en 1930 y para los Elefantes Blancos de Connie Mack en 1933-38; 1940-45 y 1947-48.
Nacido en Clifton Heights, Pensilvania, se mudó junto a su familia, a muy corta edad, hacia Palmyra, Nueva Jersey; bateador de mucho menos que modesto promedio de .214, jugó 550 juegos entre el campo corto, la tercera, la segunda y la primera base con una actuación como pitcher de relevo en un juego.
Director en las Mayores con pésimo récord de 99-133 que también trabajó como scout para los Atléticos de Filadelfia cuando se mudaron a Kansas City; director parcial en las temporadas de 1916, 1921 y 1932 del Toronto de la Liga Internacional, falleció a los 81 años en Riverside, Nueva Jersey y lo sepultaron en en el Cementerio Morgan, a las afueras de Palmyra, no lejos de donde vivió, sobre las avenidas Henry y Cinnamonson.
¿Qué ofrece esta reseña biográfica para dignificar en el beisbol a Lena Blackburne? Aparentemente nada, porque nunca pudo descubrir el secreto de los pitchers que le ponían out con rutinaria facilidad; sin embargo, fue capaz de desenterrar el secreto del “fango” del Rio Delaware que, con cierto proceso, es la sustancia que emplean los umpires antes de cada juego de Grandes Ligas, Ligas Menores o Colegiales, para quitarles el brillo del proceso de acabado a las pelotas antes de cada encuentro de beisbol.
Hasta más allá de los 30’s, para opacar las pelotas en cada juego de beisbol, lo mismo se utilizaba el jugo de tabaco, que el betún para pulir zapatos, que la arena de los terrenos con agua o combinaciones de ellas; sin embargo, ninguna les daba la impresión correcta al tacto o a la vista: quedaban muy oscuras y más blandas de lo deseado , lo que mantenía en casi estado de bola muerta al juego que, desde 1920, había sido declarado propiedad de la bola viva.
Cuentan que a Blackburne se le ocurrió la idea de comenzar a localizar una sustancia efectiva para el tratamiento del cuero de la pelota cuando un árbitro, mientras servía como asistente en tercera base de los Atléticos de Filadelfia, se le quejó del asunto.
Hasta un lugar específico y misterioso del río Delaware contempla la historia y también se cuenta que solo el lodo de ese lugar es el adecuado.
En principios, el producto fue autorizado a usarse solamente por la Liga Americana, porque Blackburne era un acérrimo partidario del Joven Circuito; sin embargo, ya para mediados de los 50’s, todos los circuitos beisboleros, incluidos los colegiales, lo empleaban.
El negocio se amplió tanto que es una marca registrada del beisbol americano y su comercialización, que se inició en 1938, ha pasado de mano en mano de los descendientes de Lena Blackburne hasta hoy.
Un detalle relacionado con el juego moderno es que, como que no ablanda el cuero porque no mantiene humedad, este pulimento milagroso se convirtió en un elemento de importancia en la carrera de jonrones tras el record de Babe Ruth, porque concentra y mantiene el poder de rebote de cada pelota, haciéndola digna del concepto que, alrededor de la propia bola, cambió el juego en 1920 hacia el de “era de la bola viva”, que lo ha sido realmente después que se comenzó a usar el producto.
Cuando por amor al juego y al billete Lena Blackburne descubrió que, con el fango del río mencionado se mejoraba el tratamiento para liquidar el brillo de las pelotas de beisbol, nunca pensó que, como bateador de .214, 5 jonrones y 139 carreras impulsadas en su carrera, podría estar en Cooperstown; sin embargo, su ungüento, conocido como Lena Blackburne Rubbing Mud, le ganó una mención en el recinto de los inmortales del pasatiempo.
Pie de grabado: De izquierda a derecha Eddie Collins, Lena Blackburne y Ty Cobb.
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