MANIGUA Y GRANDES LIGAS
Por Andrés Pascual
En Cuba, ser calificado como un “burro” es soportable, en calidad de bruto, si lo comparan a uno con un “mulo”; ahora, si la palabra empleada era “cayuco” (hubo un pelotero de la era republicana que apodaban así, no sé por qué) ya eso no significaba ser bruto, sino un individuo diferenciado, algo como retrasado mental; de hecho, el bruto exagerado no es bruto, sino anormal.
La diferencia entre amateur y profesional estriba en que el aficionado juega porque le gusta, por lo que se le pueden perdonar errores de colegial y hasta la escasez de la clase incluso intermedia que lo obliga a alejarse de la perfección o, por lo menos, de lo ideal en el momento adecuado.
Al profesional le pagan, quizás todavía le guste el deporte como a un colegial; pero le gusta más el dinero, entonces tiene que responder con su clase al nivel de juego y hacer lo correcto o lo perfecto sin perdón ni contemplaciones.
En el Beisbol Organizado, el circuito de Ligas Menores o sucursales, que por aquí llaman “sistema de fincas”, es el único peldaño docente del juego, donde se aprende a jugar, a pensar y a vivir como un profesional. A las Grandes Ligas se asciende para contribuir a ganar, ese es el supremo objetivo de la pelota grande.
Sin embargo, que lo he visto dos veces este año, con hombres en primera y segunda sobre un batazo entre dos, el jardinero que recoge tira al home con el resultado de que ya el corredor había anotado y el bateador corredor alcanza una base más por el tiro: una carrera y hombres en segunda y tercera, situación que rompe esquemas defensivos aun si se juega a la base intencional ¿Y?
Lo he visto 3 veces este año, la última en el juego dominical Tampa-Marlins que ganaron los Rays: con hombre en tercera y un foul-fly a las gradas algo detrás de primera hacia el right, suficientemente internado en el público para dificultar el fildeo y tan cerca que lo hacía fildeable, el inicialista Gaby Sánchez “se partió” las patas, casi entra al publico de cabeza e hizo el engarce, pero el hombre anotó caminado en pisicorre.
El año pasado, un manager que clasifica como bueno, sacó a un pitcher que tiraba un no hit no run cuando termino el 7mo; el octavo lo abrió un relevista que embasó a dos por boletos y el tercero bateador le metió un doble al leftcenter de dos carreras. El juego concluyó 4-2, porque el Minnesotta, al momento en que Gardenhire extrajo al pitcher, ganaba 4-0.
Cuando en Cuba se jugaba así, tan bruto, tan falta de iniciativas decentes, se le decía pelota de “manigua”. Las Grandes Ligas están a un paso de que les otorguen tan desacreditable certificado.
En Cuba, ser calificado como un “burro” es soportable, en calidad de bruto, si lo comparan a uno con un “mulo”; ahora, si la palabra empleada era “cayuco” (hubo un pelotero de la era republicana que apodaban así, no sé por qué) ya eso no significaba ser bruto, sino un individuo diferenciado, algo como retrasado mental; de hecho, el bruto exagerado no es bruto, sino anormal.
La diferencia entre amateur y profesional estriba en que el aficionado juega porque le gusta, por lo que se le pueden perdonar errores de colegial y hasta la escasez de la clase incluso intermedia que lo obliga a alejarse de la perfección o, por lo menos, de lo ideal en el momento adecuado.
Al profesional le pagan, quizás todavía le guste el deporte como a un colegial; pero le gusta más el dinero, entonces tiene que responder con su clase al nivel de juego y hacer lo correcto o lo perfecto sin perdón ni contemplaciones.
En el Beisbol Organizado, el circuito de Ligas Menores o sucursales, que por aquí llaman “sistema de fincas”, es el único peldaño docente del juego, donde se aprende a jugar, a pensar y a vivir como un profesional. A las Grandes Ligas se asciende para contribuir a ganar, ese es el supremo objetivo de la pelota grande.
Sin embargo, que lo he visto dos veces este año, con hombres en primera y segunda sobre un batazo entre dos, el jardinero que recoge tira al home con el resultado de que ya el corredor había anotado y el bateador corredor alcanza una base más por el tiro: una carrera y hombres en segunda y tercera, situación que rompe esquemas defensivos aun si se juega a la base intencional ¿Y?
Lo he visto 3 veces este año, la última en el juego dominical Tampa-Marlins que ganaron los Rays: con hombre en tercera y un foul-fly a las gradas algo detrás de primera hacia el right, suficientemente internado en el público para dificultar el fildeo y tan cerca que lo hacía fildeable, el inicialista Gaby Sánchez “se partió” las patas, casi entra al publico de cabeza e hizo el engarce, pero el hombre anotó caminado en pisicorre.
El año pasado, un manager que clasifica como bueno, sacó a un pitcher que tiraba un no hit no run cuando termino el 7mo; el octavo lo abrió un relevista que embasó a dos por boletos y el tercero bateador le metió un doble al leftcenter de dos carreras. El juego concluyó 4-2, porque el Minnesotta, al momento en que Gardenhire extrajo al pitcher, ganaba 4-0.
Cuando en Cuba se jugaba así, tan bruto, tan falta de iniciativas decentes, se le decía pelota de “manigua”. Las Grandes Ligas están a un paso de que les otorguen tan desacreditable certificado.
Pie de grabado: Hoy juegan muy pocos como Carrasquelito y Nellie Fox |
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