EDGAR TIJERINO, LA HUMILDAD DE UN PROFESIONAL
Por Andrés Pascual
El sábado pasado asistí al lanzamiento del libro “Bravo Denis”, del cronista y escritor deportivo nicaragüense Edgar Tijerino. El mamotreto, una agradable, esclarecedora y bien hilvanada serie de hechos y emociones en la vida de uno de los cinco más grandes pitchers hispanos que hayan jugado en Grandes Ligas, debe estar como lectura de referencia en el estante de quienes escribimos sobre el juego. Claro, como que el libro es sobre la figura de un héroe deportivo latino que triunfó en el pasatiempo nacional americano, pues las referencias, los recuentos, las anécdotas, con excepciones, confluyeron en la persona del lanzador con más victorias entre hispanos en las Mayores. Denis es material de Cooperstown, a pesar de que no ganó 20 nunca; o, por lo menos, debería ser objeto de una cantidad de votos generosa y respetuosa en cada elección al recinto como aspirante año tras año; pero el tipo no solo es latino, sino “de un pueblito ahí que se llama Nicaragua”. Por lo menos eso es lo que yo creo, porque en coraje, en determinación, en clase general para la faena, hay muy pocos que lo superen entre los que hablan español. Lo mejor de la velada fue, para mí, conocer a Tito Rondón en persona, a Oscar Huete, a Broderick Zerpa, a Léster Avilés, a Carlos Mena y, por supuesto, al maestro Tijerino. A Edgar Tijerino lo leí por primera vez en Cuba en circunstancias difíciles, en la prisión política, sería a principios de los 80’s cuando un capitán cubano, que intentó cruzar la frontera por Peñas Blancas buscando asilo, llegó preso al Combinado del Este y le permitieron pasar más de 50 ejemplares del Nuevo Diario. Fue ahí que leí la prosa magnífica, descriptiva, sin aspavientos ni exageraciones ampulosas, tan común en los abundantes amanuenses que hoy proliferan más que nunca, de Tijerino. El cronista, franco hasta en declarar que creyó alguna vez en el Sandinismo, lo que no debe ser motivo de manipulaciones contra el individuo, porque ocurrió con media Cuba y más de media Venezuela; sin embargo, creo que no es de los que buscan lectores sacrificando la moral y los principios por un rating que se manifiesta, muchas veces, divorciado de la justicia y la razón crítica. La clase profesional de alto nivel en la prensa, incluso en la literatura de “arte mayor”, no se concede gratuitamente por la sumisión, por el servicio ajeno a la voluntad obligada; incluso por arrastrarse ante exigencias indecentes y detestables. Tijerino, que es un hombre humilde en igual medida que un extraordinario cronista y comentarista radial, es más grande por su nobleza y por el comportamiento respetuoso tanto a fanáticos como a gente del sector. Sin dudas, este nicaragüense es uno de los mejores periodistas deportivos en lengua española de los últimos 35-40 años. Yo, que me rindo cuando la clase verdaderamente gigante que se encarga de la noticia y del comentario se me ponen “tiro”, no tengo menos que rendirle este pequeño homenaje al colega. Doblemente motivado por la satisfacción de que, quien es ya una leyenda del deporte de su país, me obsequiara con un ejemplar del libro, dedicado y, como acostumbro ante casos como este, lo colocaré en el lugar donde guardo este tipo de tesoro, porque lo es. Un día el libro puede ser la prueba de una expresión como: “Este se lo dedicó Edgar Tijerino a mi padre o…. a mi abuelo”
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