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BEISBOL 007

Entre Bases / John Griswold‏

De lejos, la llegada del dominicano Ambiorix Burgos a Tigres de Aragua se ha convertido en el tema polémico de la temporada invernal en Venezuela. A priori, luce increíble y hasta descabellado que un lanzador suspendido vitaliciamente en su país a raíz de acusaciones por violencia doméstica, dos asesinatos y robo, tenga vía libre para jugar en el circuito vinotinto. Nadie quita que Aragua, en su afán de profundizar el bullpen haya contratado a un brazo que se probó en las Mayores de 2005 a 2008; empero, adquirir los servicios de un beisbolista prácticamente vetado del deporte por conducta aberrada, va en contra de la moral y los principios éticos. Ya el presidente de la LVBP, José Grasso Vechio, declaró que mientras la Confederación del Caribe lo permita, Burgos accionará con los aragüeños, algo que se dará en cualquier momento debido a que fue insertado en el roster de 34 de esta semana. Como si no bastara con los numerosos peloteros criollos de conductas antiejemplares, para de paso darle trabajo a un extranjero que cometió delitos condenados en cualquier ley católica y humana. Si dicen que todos merecen una segunda oportunidad, pues el quisqueyano ha recibido cuatro y sin mostrar síntomas de mejoraría como persona. Entonces, sería interesante preguntarle a la gerencia felina sobre las razones del fichaje de Burgos. Pocos, muy pocos lo entenderemos.

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