LOS YANQUIS CONTINÚAN LA BÚSQUEDA DE EL DORADO
Por Andrés Pascual
Antes, cuando los Yanquis lo eran de verdad (hasta 1962), por lo general contrataban por uno ó dos años a peloteros que ya estaban en edad de retiro, sin embargo, los clubes del Bronx de épocas previas a 1964 motivaban tanto, representaban tanto en las aspiraciones de aquellos jugadores por su interés en concluir sus carreras con el mérito suficiente como para hacer historia de poco tiempo que, algunos, estuvieron en etapas de leyenda como contribuyentes, incluso de un mes, de dos ó de tres al éxito portentoso y continuado.
Sin considerar en el grupo al tremendo artillero Johnny Mize, que se mantuvo por cinco años y fue pieza fundamental en la victoria de los neoyorquinos en cinco Series Mundiales consecutivas (1949-53)
El pitcher cubano Pedro Ramos es uno de los casos: con 13 salvados en agosto-septiembre de 1964, ayudó a que el último club con nombres gloriosos estuviera en octubre contra los Cardenales, serie que perdieron en muy peleados 7 juegos.
Durantes los 20’s-30’s obtuvieron a Joe Sewell por poco tiempo, el bateador más difícil de ponchar de la historia.
El catcher Wally Schang estuvo con los Bombarderos en el período 1921-25, a la alineación que inició la dinastía llegó a los 32 años de edad, ya había jugado 8 campañas con los Elefantes Blancos y con los Medias Rojas.
Con la maquinaria del Coronel Ruppert bateó sobre .300 en 1921 y 1922 y fue un fino receptor, cuyo promedio, de aceptable a malo de .967, no refleja lo bueno que era defensivamente, sin embargo, capturó a un magnífico 44 % robando.
El pitcher Johnny Sain se incorporó al club cuando Dimaggio dijo adiós y Mantle inició el asalto al Firmamento, 1951 y tenía 34 años, procedía del Boston del Viejo Circuito, con el que ganó 24, 21 y dos veces 20, estuvo bajo la tutela de Casey Stengel hasta 1955 y el Viejo Profesor lo empleó como abridor y como relevista. Fue un bastión del staff de pitchers de la novena durante esas temporadas.
Se pudiera hacer un libro de los grandes e importantes movimientos de aquellas gerencias que hicieron grande a los Yanquis durante su era de esplendor en el beisbol (1921-1964)
Sin embargo, desde 1964 y, en especial, desde que los Steinbrenner son propietarios de la Organización, se puede hacer otro, más voluminoso, por los yerros ridículos que han cometido en el período 1971-presente en los movimientos de cambio, compra o venta de jugadores.
Desde la adquisición de Alex Rodríguez y su contrato superior a lo que costaban ambas ligas en el período 1945-1955, hasta los experimentos Randy Johnson, Kevin Brown o Carl Pavano con A J Burnett aún en la rotación, pareciera que el club tiene un compromiso con el Welfare, que incluye Medicare, más la estancia por un tiempo prudencial en Disney para disfrute de la búsqueda del Dorado de la historia, el lugar capaz de lograr el efecto de la “eterna juventud” por sus aguas milagrosas.
El japonés Hiroki Kuroda tiene 36 años y un contrato en el bolsillo que no puede con él por lo que pesa la cantidad que contiene.
No va a resultar en un nuevo Roger Clemens, como es la tradición que implantaron desde hace más de 20 años para ellos mismos, o será un rotundo fracaso, o un pitcher de alternativas de un día veremos y el otro también.
Esta gerencia ha dejado pasar sin tirarle a varios de los mejores pitchers del mercado desde Johan Santana.
Para el glorioso equipo el problema ha llegado tan lejos que, a pesar de ser los Yanquis, muchos agentes libres no quieren jugar ahí, otros incluyen hasta cláusulas de contrato que lo contemplan, porque no es cómodo ni gracioso estar con un colectivo cuyo dueño, como quien se toma una cerveza, le crea un estado de opinión negativa públicamente, tal como hizo The Boss con Dave Winfield, situación que se convirtió en un sello distintivo del club.
Si la “matemática de bodega” no engaña, revisando la edad del róster y de acuerdo al envejecimiento y las lesiones crónicas de varios de sus puntales, sin que se aprecie un nutrido y atractivo grupo de relevos en los circuitos menores, a este club le quedan dos años tal vez en niveles de juego superior. A pesar de que algunos se consuelan con “ya comprarenos a fulano de tal”, olvidando que, a diferencia de tiempos pasados, sobre todo en el Oeste, hay dueños que también tienen mucho dinero, son más cómodos como propietarios y no creen el El Dorado.
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