LO QUE ÉL HACE, NADIE MÁS LO PUEDE HACER , Fredi González
Por Andrés Pascual
En una edición de Bleacher Report de esta semana, un sabio, militante de la secta de pesos y medidas aplicada al beisbol que creó Bill James, volvió a “coger la sartén por debajo”, por supuesto, se achicharró…
Resulta que es una gracia desacreditar a los jugadores “viejos” que pertenecen al Salón de la Fama, que están ahí porque los seleccionó alguien.
La impresión que da es que estos “escribidores de hoy” no critican solo a los jugadores, sino que buscan desacreditar a una crónica a la que ellos no pueden ni tocarle a la puerta, no solo porque sabían más y escribían mejor y más elegante, sino porque eran la esencia de la moral deportiva, de la decencia y de la honestidad en el oficio, que no por gusto el término “sportsmanship” se creó por aquellos inmortales del micrófono y de la prensa escrita.
¿Qué hubieran hecho Gleason, Povich, Frick, Dan Daniel… ante los acontecimientos que ensombrecen al pasatiempo en niveles mucho más que generosos? Al modo mío de ver las cosas, lo que siempre hicieron: luchar contra lo que afecte la razón de ser del pasatiempo como influencia de peso insoslayable en la infancia y la juventud, primero; para continuar defendiéndolo siempre, como vehículo de primera en el entretenimiento ciudadano, con la importancia que requiere tamaño compromiso.
Metiendo la mano en el saco de estupideces que dijo ZACHARY D. RYMES, ( el “opinador pagado” de Bleacher), http://bleacherreport.com/articles/1450089-baseball-hall-of-famers-who-would-flop-in-todaygame?utm_source=newsletter&utm_medium=newsletter&utm_campaign=mlb, no solo quedarían “fuera de Cooperstown” Ted Lyons, Mazerotski o Rick Ferrell, sino hasta el mismísimo Bob Feller, porque, hoy… ¿Por qué? ¿Por la clase del que muchísimos consideran capaz de discutir el mejor lanzador de la historia? No, por la de los que tienen la responsabilidad de colocar en el recinto al que quieren, les paga o les ordenan…
Según el tipo, Feller no hubiera podido entrar porque “no sabía hacia dónde enviaba sus disparos”, para cometer semejante sacrilegio, dice que el tremendísimo serpentinero del Cleveland tiene peor índice de descontrol que Carlos Zambrano y aquí no voy a continuar, porque, “mejor que me calle, que no diga nada…” a fin de cuentas, las abnegadas y buenas madres de estos cretinos no tienen la culpa de haber traído al mundo a esas alimañas…
¿Por qué esta crónica acomplejada, pésima, está tratando de convalidar el delito de las sustancias con desfachateces como “pero los números están ahí” o, ¿Cuántos más lo hicieron? sencillamente, porque, como ellos, esos jugadores son el producto de una era sin un ripio de moral ni de vergüenza, por lo que desacreditarlos sería la subvaloración del empleado del sector, propiamente hablando.
Fundamentalmente, hacia donde hay que mirar es a la clase individual de los jugadores: los peloteros, desde 1925, son mejores que los de los últimos 20 años, etapa en que han hecho de todo para aparentar lo contrario.
Hoy no saben cómo se juega pelota ni tienen amor por el juego; la memorabilia, incluso las firmas de pelotas o fotografías, las dan en shows bajo escrutinio legal y federal a regañadientes, pero ganan millones con contratos cuya duración es un desprestigio y se los dan a cualquier peloterito que no hubiera podido jugar con el Almendares en el champion cubano.
¿Qué hacen bien? Conspirar contra el pasatiempo, que va desde efectuar huelgas peligrosas para la estabilidad del juego, quién sabe si elucubradas en todas las oficinas interesadas, que desembocó en la carrera de sustancias de crecimiento con el fin de crear jonroneros y pitchers de laboratorio químico bajo la justificación de “era necesario traer de vuelta al fanático”.
Esa carrera de usuarios con la protección de “mira hacia otro lado”, se reactivó otra vez y algunos no han sido cautos, pero, ningún elemento sabiondo de la prensa ha tenido el valor de cuestionar la razón por la que, sospechosamente, han vuelto al positivo tantos jugadores este año.
La frase con que titulé este material es otra forma de empequeñecer al juego con respecto a su clase histórica: Fredi llamó a Chipper Jones (en la foto ambos) y le pidió que jugara un par de juegos en las Menores el año pasado, el antesalista se negó, porque hacen lo que les da la gana y el manager cubano “aportó” una serie de justificaciones favorables como bateador del renegado que ni Ted Williams en su mejor momento.
Bonita forma de desviar la atención del ningún respeto por la dirección ni por la oficina del club que tuvo el bateador ambidextro.
Antes, cuando la era en que ningún jugador merecía estar en Cooperstown, a Chipper Jones no le suplicaban que fuera a las Menores a arreglar el “timing”, sencillamente se lo informaban y, si replicaba, si se quejaba, corría el riesgo de quedarse jugando en esos circuitos de poco dinero, mala comida y peores relaciones por siempre.
El resquebrajamiento de la disciplina y los cronistas para los que Feller “no hubiera sido inmortal hoy” tienen al deporte en franca y evidente clasificación de relajo, ni más ni menos.
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