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BEISBOL 007

DOS CORTAS DE “PAPA MONTERO”

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Por Andrés Pascual

“El Barbero” Sal Maglie no tenía peluquería, se afeitaba poco porque “la barba de 3 ó 4 días infundía miedo en los bateadores”, bueno, la barba solo no, pero pegarles la bola a nivel de barbilla, son otros cinco pesos.

Maglie pasó por el firmamento de las Grandes Ligas como otros de los buenos pitchers que no se andaban con rodeos para “cerrar” a los bateadores, es decir, pitchearles adentro.

Pero, ¿Cómo “aprendió” el derecho, que también actuó en el champion, a lanzar pegado? Ni más ni menos que durante su estadía con los Gigantes mientras Adolfo Luque trabajó como pitching-coach para la Organización.

Lanzar adentro, a la altura de la barbilla, es un riesgo que se corre si el control es casi milimétrico, de lo contrario, ni pensarlo es recomendable.

El mejor pitcher cubano de la historia, digno de Cooperstown y víctima de quién sabe quiénes ni por qué, no solo fue el mejor pitcher hispano de una etapa en la que decir Grandes Ligas era una realidad (hasta mediados de los 80’s), que acepta como competencia entre derechos a Camilo Pascual, a Tiant, a Pedro y a Marichal, sino el primero que empleó el pitcheo cerrado o adentro con intención de imponer su dominio.

Luque, que dominó varios lanzamientos perfectamente, entre estos la curva, el knucleball, el slider y el palmball (se lo enseñó a Cocaína García, que lo convirtió en su famoso “lanzamiento brujo”), que lanzaba por encima del brazo y a tres cuartos según la ocasión y el bateador en turno, sin embargo, nunca tuvo la velocidad que pone en vilo a la clientela: por su capacidad superlativa en el balk, por su inteligencia, por su control y por su coraje puesto a prueba mil veces en las Mayores y en Cuba, no la necesitó.

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