Una maniobra típicamente divisionista
Andrès Pascual
Alrededor de actividades que contemplen los dos períodos históricos perfectamente identificables en Cuba: antes y durante el castrismo, por circunstancias de indudable confrontación ideológica, existe una guerra virtual de oposición a considerar lo que resultó o ha resultado de la época de la horda en el poder, parte del grupo que siempre representó a la ex República.
Y la raíz del problema está en que el atleta de Castro se convirtió en un “soldado de ideas”, en mercenario ideológico de una corriente criminal que lo ha usado como parte de la avanzada de conquista de otros países, o ¿Por qué razón uno de los renglones que siempre ha exportado la tiranía ha sido el entrenador deportivo? El deporte es un canal básico de penetración para inocular el veneno comunista, tan efectivo que la tiranía venezolana lo trueca por petróleo, aunque su pueblo pierda en la operación.
Aunque no todos los atletas de la época postrepublicana hayan sido militantes de corazón, incluso simpatizantes de la horda, no es menos cierto que, durante el tiempo en que están actuando allá, la mayoría se comportan como si lo fueran, en unos casos; en otros lo han sido, perspectiva que no les cambia ni emigrar al “campo imperialista”, en el que se definen no como quien busca la libertad necesaria para vivir sin asfixias (para todos), sino como deportistas que se querían “probar en otro nivel” (boxeo, balompié, pelota).
Este fenómeno de no aceptación parecía que era crítico desde la perspectiva independentista, que ha defendido la posición de ningún contubernio con la tiranía, porque en la tragedia cubana lo trágico ha hecho estragos en el bando rojo muy pocas veces, incluyo aquí a sus ex representantes que “se lo agradecen todo al Comandante mientras están allá” y que no dejan de agradecerlo con su actitud de rechazo a acontecimientos dignos de tenerse en cuenta cuando están aquí.
El Salón de la Fama del Deporte Cubano, que desde que fue creado su director Marino Martínez (4to de izquierda a derecha en la foto) ha abogado por un abrazo criollo que supere las rencillas insuperables, nacidas de heridas materiales y del alma ajenas al estadio, por circunstancias especiales quizás relacionadas con cierta simpatía escondida por el régimen, o con cierta añoranza por la Cuba de hoy, sojuzgada, reprimida y pisoteada de alguien de su directiva, pues acaba de inaugurar (palabras de su director en la ultima actividad) una “nueva era para el evento”, que solo contempla, incluso para el almuerzo, a la avanzada de quedaditos traidores a su compromiso con la tiranía, soldados de fortuna en desbandada del castrocomunismo.
La ambición más que necesidad de contar con un banquete lleno de invitados, porque la irracionalidad de elegir durante diez años anteriores a muchos más del período precastrista de lo que la lógica sugería, dio al traste con el agotamiento de la figura seleccionable de aquel período, resultando que ya no hay de dónde sacar para hacer un homenaje con leyendas suficientes más familiares, que coticen y dejen contentos a los dirigentes de la actividad, a los atletas por lo fastuoso de la comida y hasta al cielo por acordarse de sus inquilinos.
Con esta nueva forma de manipularlo, el proceso del llamado Salón de la Fama del Deporte Cubano, ratificado en la declaración de su director, acaba de convertirse en otro vulgar elemento divisionista de lo que una vez fue el pueblo de Cuba, política prioritaria contra la unidad de la dictadura.
El 90 % del “hombre que renunció a la faceta de nuevo” en la Cuba castrista, que hoy es un elemento de la comunidad económica cubana castrocomunista en el exterior, por lo general se aparta del pionero, del luchador histórico contra la dictadura, porque no se siente cubano 100 % y teme identificarse con este para que no se le afecte el viaje a la Isla y hasta la posibilidad de “bisnear” al amparo del régimen. Como que el castrismo los formó sin identidad nacional, pues no creen que deban responder a intereses que valoren la nacionalidad con la obligación que Dios manda.
Con estos elementos a mano, Marino Martínez voló la cerca y separó totalmente las dos tendencias en pugna. A fin de cuentas, esta salida del closet es mejor que la hipocresía que algunos identificaron desde el primer día y que engañó a otros.
La clase vieja, patriótica, la que defendió a Cuba en el court no fue invitada, porque, tal vez, contradecían con su presencia de fiscales la entrega de esta actividad al castrocomunismo.
0 comentarios