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BEISBOL 007

MIGUELITO CUNÍ UN SONERO EXCEPCIONAL

 

Su verdadero nombre: Miguel Arcángel Conill Conill; en la vida musical y artística: Miguelito Cuní. Nació en la Ciudad de Pinar del Río el 8 de mayo de 1917; sus padres Pastor y Valeriana, según refieren, residían en la calle Alfredo Porta número 21 en dicha época.

De humilde cuna, de progenitores laboriosos, llenos de bondad, educaron a sus hijos en el buen ejemplo del respeto y estimación de sus congéneres, en el recíproco afecto, en la general estimación y aquello fue base para su posterior conducta y proceder, para el desarrollo de sus relaciones personales, para la verticalidad de sus principios que nunca alteró, que jamás violó, así, su palabra fue testamento del compromiso adquirido, hecho que lo distinguió durante toda su existencia.

De niño compartió la asistencia a la escuela con la lucha diaria por resolver las más perentorias necesidades para la obligada subsistencia, y junto a sus hermanos y primos se dedicaba al cambio de frascos vacíos por caramelos de fabricación casera; y fue precisamente aquella labor la que sirvió para identificar una pequeña agrupación musical con la que realizó sus primeras presentaciones, "Los Carameleros"; ello ocurría mientras transcurría el año 1932.

Aquella voz, aquel estilo pronto impactó muy favorablemente, y el tresero Margarito Santacruz lo capta como vocalista de su septeto "Lira". El maestro Rolando Lluis Espinel le lleva al "Yamilé", canta con el septeto "Caridad", con la orquesta del maestro Fernando Sánchez, la del maestro Jacobo González Rubalcaba -años 34, 35 y 36- y ya el natal terruño le va quedando chico, piensa en convertir en realidad el sueño de todos los que en el interior tenían facultades, y esa oportunidad se la brinda el maestro Ernesto Muñoz, que le habla de su radicación en La Habana y vocalizar con su popular orquesta; acepta, y en el año 1938 se apresta a convertir en realidad sus anhelos. Arsenio Rodríguez, "El ciego maravilloso", lo lleva a su popular conjunto y comienza presentaciones, grabaciones, transmisiones radiales; y una gran legión de admiradores le sigue en sus actuaciones con los tres grandes: Melodías del 40, Arsenio, y Arcaño y sus Maravillas.

Los bailadores le prefieren, y en 1941 y 42 son testigos de su gran popularidad, ganada por su calidad como vocalista, su timbre. En 1947 viaja como solista a Panamá donde en los carnavales de aquella hermana nación suma a sus éxitos una estancia de dos años, hasta 1949 en que regresa y se reincorpora al Conjunto Orquestal Todos Estrellas de Arsenio Rodríguez. Al siguiente año este se traslada a Estados Unidos y asume la dirección de la agrupación el trompetista Félix Chapotín.

Miguelito recibe entonces la proposición del Bárbaro del Ritmo para que vocalice junto a él, e integre "La Tribu", y en el año 1956 viaja a Caracas, Venezuela, donde junto a los integrantes de aquella seleccionada orquesta sentó pautas en la forma de interpretar nuestros ritmos; consignemos que El Benny era un gran admirador de nuestro coterráneo y es conocido que en ocasiones se deleita escuchando sus grabaciones en las victrolas tocadiscos, con comentarios muy favorables, que viniendo de él tenían un gran valor, además de afirmar una recíproca admiración y sincera amistad.

Sonero intérprete de una magnífica dicción, afinación, Miguelito hacía de cada interpretación una verdadera creación, así legó a la posteridad números como el bolero ConvergenciaLa protesta de Baraguá, Cárdenas, Quimbombó que resbala, El carbonero, y otras muchas.

Tal es el éxito de Miguelito en tierras de Bolívar que una compañía disquera le extiende un jugoso contrato y lo hace artista exclusivo. Transcurre el tiempo y la nostalgia lo conmina al regreso, antes actúa en Curazao -Antillas Holandesas- donde es un ídolo, tan es así que regresó en cinco ocasiones, prueba irrefutable de la preferencia del público por su arte, ya con el conjunto de Félix Chapotín o como solista.

En el año 1960 hace realidad un viejo anhelo, un ventajoso contrato le reclama para presentaciones ante el público latino de Nueva York y realiza actuaciones en el Palladium y otros frecuentados y populares centros.

A su regreso a la Patria en 1966 funda junto a otros destacados intérpretes su propio conjunto, participa en el film "Nosotros, la música", así como en varios documentales, plasma en el pentagrama inspiraciones que avala con su firma y surgen: Todos bailan con la guajira, Guachinango, Ansias y otras.

Su buen carácter era característica que le identificaba, desde muy temprana edad fue deferente, amable, siempre estaba acompañado, ya por compañeros músicos, admiradores o simpatizantes de su persona. Los centros nocturnos, jardines, clubes, sociedades de entonces le programaban como lo que era, toda una atracción; y al acetato llevó, en su voz, decenas de grabaciones que siguen siendo y gozando de general preferencia, ya que como bolerista, montunero, y otras conocidas modalidades de nuestro acervo cultural, era indiscutiblemente... el imán.

Periódicamente se le veía en el terruño que nunca olvidó, con los suyos compartía éxitos y triunfos, jamás olvidó a su tierra pinareña. Contrajo nupcias y fundó un hogar rodeado de comprensión y amor, al que dedicó toda su vida, sus ejemplos, su cariño.

Cuando Miguelito decide radicarse en La Habana, meta obligada de aquellos tiempos, también lo hacen muchos de sus compañeros músicos que como él buscaban nuevos horizontes, así van en la conquista de nuevos senderos Antonio Sánchez Reyes -Ñico Musiquita-, destacado compositor, pianista, violinista, Enrique Jorrín, Miguel García -Chaucha-, Hilario Martínez -Marrengo-, vocalista en Méjico de la orquesta de Dámaso Pérez Prado -ya fallecido-, Antonio Rodríguez, Tony Roig -arreglista del dúo Clara y Mario-, integrante de la orquesta del ICRT, Ulpianito Reyes, Rey Montesinos, Andrés Echevarría -El Niño Rivera- y muchos más como Virgilio González, el prolífero autor de tantos éxitos como Clara, Le dije a una rosa, La ola Marina y otras.

Miguelito se distinguió por el amor a su tierra, la honró y se honró, por encima de todo siempre colocó su honor de cubano, con hidalguía y entereza practicó lo que de cuna aprendió.

El 13 de marzo de 1984, mientras recibía los cuidados de la ciencia en el hospital Hermanos Ameijeiras, y mientras se esperaba su recuperación, le sorprende la muerte sumiendo en el dolor a su pueblo que lo hizo ídolo y que supo de sus muchas cualidades y virtudes.

La Empresa Artística Provincial del Sectorial de Cultura de Pinar del Río se identifica con su nombre como digno homenaje a su memoria, a su trayectoria, a sus múltiples cualidades como artista y ciudadano, como padre, esposo, hermano, a que se hizo acreedor.

Miguelito Cuní, ejemplo de sencillez y modestia siempre será recordado por sus excepcionales méritos, aportes e interpretaciones, por su caballerosidad, por su cubanía. Honor, a quién cantó, ...él era el son.

  

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