MALA SUERTE ; MALA COSTUMBRE
MALA SUERTE; MALA COSTUMBRE
Por Andrés Pascual
Cuando el pitcher derecho cubano de los Filis de Filadelfia, José Ariel Contreras, comenzaba a cuajar como serpentinero de Grandes Ligas, aunque en función de relevista, se molesta el codo del brazo de lanzar.
El serpentinero, una vez el mejor del equipo castrista a eventos internacionales, parece que domó sus nervios y adaptó su temperamento a situaciones complicadas en un tipo de beisbol en el cual la clase y el nivel de competencia, tienen que demostrarse diariamente, entre otras cosas, porque, lo que se recibe en pago por cada actuación de obligado alto perfil, ni son abrazos de dirigencia ni diplomitas al mérito político sobrepuesto a caprichos enfermizo de índole mentecata, sino millones de dólares, contantes y sonantes.
El pinareño, todo un veterano de 20 campañas en general y más de 35 años de edad, está en una carrera contra el tiempo y, lesionarse, representa un retroceso en el rumbo positivo que llevaba en lo que ya son sus días finales en el beisbol con, tal vez, esta y otra temporada, más o menos, productiva.
Pero da risa y pena que en Filadelfia, por el miedo a perder terreno en la división Este del Viejo Circuito, se busque un chivo expiatorio a quien culpar por la lesión del cubano, claro, el alboroto lo produce que su cerrador, Brad Lidge, esté en la lista de enfermos por problemas en el hombro, sin que se pueda definir, a ciencia cierta, su regreso; mientras, Contreras lo estaba supliendo de tal forma que el dueño de la posición no lo hubiera hecho mejor.
Charlie Manuel ha tenido que defenderse de mil acusaciones como responsable por la lesión por exceso de trabajo sobre el brazo del antillano: que si 4 de 5 veces con un día por el medio de descanso, que fue exagerada la utilización del cerrador suplente…Sin embargo, ¿Qué hubiera sucedido si se hubiesen perdido 2 de 5 de esas victorias, porque explota otro relevo? ¿A quién estuvieran matando hoy?
Charlie Manuel, más claro que el agua, le dijo a todo el que quería escucharlo que era quien dirigía y que lo hacía para ganar. El respaldo absoluto del General Manager Rubén Amaro jr. tal vez le colocó el chirrín chirrán a la historia que, por si fuera poco, cuestiono también los 130 lanzamientos de Roy Halladay en su último juego.
Los tiempos, que nadie que razone como debe ser puede cuestionarlo, están de “ampanga” en las concesiones a los jugadores en detrimento del pasatiempo…
La noche del 2 de julio de 1963, en el estadio Candlestick Park, de San Francisco, jugaron un extrainning de 15 entradas los Gigantes y los entonces Bravos de Milwakee, el juego concluyo con victoria 1-0 del club que capitaneaba Willie Mays quien, precisamente, sacó la bola por el leftfield para dejar al campo al equipo de Hank Aaron.
El jonrón se produjo por una curva que se le quedó alta a Warren Spahn en el que fue su lanzamiento # 201 del encuentro; el pitcher ganador fue el dominicano Juan Marichal, que concluyo la noche con 227 envíos al plato.
Datos de interés: ese año Spahn cumplió 42 y Marichal, un mes después, 26; el zurdo terminó la campaña con 23 ganados y el quisqueyano con 25.
Ambos, inmortales con residencia fija en Cooperstown, en 1963 Spahn jugaba su temporada # 20 y Marichal la 4ta.
Lo mejor, visto a la luz de los acontecimientos del beisbol actual, nadie acusó a los managers por haber dejado efectuar la cantidad de lanzamientos que hicieron en el juego ambos lanzadores; porque, por vergüenza, por fortaleza física y por profesionalismo, tampoco a alguien le dolía ni el codo ni el hombro con la sospechosa rutina del tiempo actual.
Por Andrés Pascual
Cuando el pitcher derecho cubano de los Filis de Filadelfia, José Ariel Contreras, comenzaba a cuajar como serpentinero de Grandes Ligas, aunque en función de relevista, se molesta el codo del brazo de lanzar.
El serpentinero, una vez el mejor del equipo castrista a eventos internacionales, parece que domó sus nervios y adaptó su temperamento a situaciones complicadas en un tipo de beisbol en el cual la clase y el nivel de competencia, tienen que demostrarse diariamente, entre otras cosas, porque, lo que se recibe en pago por cada actuación de obligado alto perfil, ni son abrazos de dirigencia ni diplomitas al mérito político sobrepuesto a caprichos enfermizo de índole mentecata, sino millones de dólares, contantes y sonantes.
El pinareño, todo un veterano de 20 campañas en general y más de 35 años de edad, está en una carrera contra el tiempo y, lesionarse, representa un retroceso en el rumbo positivo que llevaba en lo que ya son sus días finales en el beisbol con, tal vez, esta y otra temporada, más o menos, productiva.
Pero da risa y pena que en Filadelfia, por el miedo a perder terreno en la división Este del Viejo Circuito, se busque un chivo expiatorio a quien culpar por la lesión del cubano, claro, el alboroto lo produce que su cerrador, Brad Lidge, esté en la lista de enfermos por problemas en el hombro, sin que se pueda definir, a ciencia cierta, su regreso; mientras, Contreras lo estaba supliendo de tal forma que el dueño de la posición no lo hubiera hecho mejor.
Charlie Manuel ha tenido que defenderse de mil acusaciones como responsable por la lesión por exceso de trabajo sobre el brazo del antillano: que si 4 de 5 veces con un día por el medio de descanso, que fue exagerada la utilización del cerrador suplente…Sin embargo, ¿Qué hubiera sucedido si se hubiesen perdido 2 de 5 de esas victorias, porque explota otro relevo? ¿A quién estuvieran matando hoy?
Charlie Manuel, más claro que el agua, le dijo a todo el que quería escucharlo que era quien dirigía y que lo hacía para ganar. El respaldo absoluto del General Manager Rubén Amaro jr. tal vez le colocó el chirrín chirrán a la historia que, por si fuera poco, cuestiono también los 130 lanzamientos de Roy Halladay en su último juego.
Los tiempos, que nadie que razone como debe ser puede cuestionarlo, están de “ampanga” en las concesiones a los jugadores en detrimento del pasatiempo…
La noche del 2 de julio de 1963, en el estadio Candlestick Park, de San Francisco, jugaron un extrainning de 15 entradas los Gigantes y los entonces Bravos de Milwakee, el juego concluyo con victoria 1-0 del club que capitaneaba Willie Mays quien, precisamente, sacó la bola por el leftfield para dejar al campo al equipo de Hank Aaron.
El jonrón se produjo por una curva que se le quedó alta a Warren Spahn en el que fue su lanzamiento # 201 del encuentro; el pitcher ganador fue el dominicano Juan Marichal, que concluyo la noche con 227 envíos al plato.
Datos de interés: ese año Spahn cumplió 42 y Marichal, un mes después, 26; el zurdo terminó la campaña con 23 ganados y el quisqueyano con 25.
Ambos, inmortales con residencia fija en Cooperstown, en 1963 Spahn jugaba su temporada # 20 y Marichal la 4ta.
Lo mejor, visto a la luz de los acontecimientos del beisbol actual, nadie acusó a los managers por haber dejado efectuar la cantidad de lanzamientos que hicieron en el juego ambos lanzadores; porque, por vergüenza, por fortaleza física y por profesionalismo, tampoco a alguien le dolía ni el codo ni el hombro con la sospechosa rutina del tiempo actual.
Pie de grabado: Son “damas de compañía”, no pitchers de Grandes Ligas |
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