Morales, un ejemplo de valor
Este sábado presenciamos la que debería ser la última batalla de Erik Morales.
Confieso con emoción que verlo por última vez -- en la derrota ante Danny García por decisión unánime el sábado en Houston, Texas -- volvió a ser un privilegio que se repite desde hace muchos años. Es una alegría que nos martiriza, porque sólo hay que revisar mis viejas crónicas para recordarles que hace mucho tiempo que pido que El Terrible Morales diga basta. Y sé muy bien que todos pensamos igual. Queremos que se vaya hoy mismo, pero también queremos que regrese mañana. Una contradicción que sólo despiertan los grandes de verdad. Y sé que también habrá muchos monarcas en el Salón de la Fama, pero en la eternidad de nuestra memoria, Morales tiene su lugar garantizado. Y no estoy exagerando.
Al boxeo se le puede venerar por más de una razón. Hay quienes aplauden la técnica, la defensa elusiva y la victoria que nace de la estrategia fría y cerebral. Otros prefieren la fuerza, el intercambio, la sangre regada sobre la lona y dos rivales dando todo, hasta que uno prevalezca. Las dos opciones son válidas, pero una sola puede mostrarnos el único y verdadero componente de un boxeador de verdad: el coraje. El mismo coraje que a Morales parece siempre sobrarle.
El pugilismo es espectáculo, es la culminación de un momento para el cual hay que trabajar durante meses con la meta de cosechar la gloria... y que a veces termina en decepción. Cuando hay coraje, como que lo anterior no cuenta.
Morales ha perdido sus dos últimas grandes batallas -- ante Marcos Maidana y García -- pero parece que las hubiera ganado. Es un grande y con mayúsculas, porque no ha dudado en enfrentar a los mejores. Porque no ha fabricado un regreso de barro encima de victorias insultantes sobre rivales inferiores e indefensos. Porque frente a la derrota no ha perdido el tiempo en falsas justificaciones. Y lo más importante: ha sido sincero consigo mismo.
Este sábado, luego de la batalla sostenida contra García y ante la pregunta ineludible sobre su continuidad en el boxeo, dijo con calma: "Pensaré con seriedad si aún puedo enfrentar a los mejores". Un claro mensaje de que para ser campeón, no alcanzan las diademas. La grandeza es un don que se puede demostrar apenas con pocas palabras: "enfrentar a los mejores". ¡Cuánto daríamos por escuchar esas mismas palabras de muchos campeones reinantes!
No tengo dudas de que a Morales le llegó el momento de poner un punto final a su carrera. Porque es mentira que un hombre de 35 años sea joven en el boxeo. No se confundan con los pésimos ejemplos de la presente generación. Es joven a los 35 años un campeón que elija a sus rivales o recurra a cualquier argucia para mantenerse en la cima. Morales es otra cosa. Es un gigante que comenzó a fajarse a los catorce años y durante toda su vida de pugilista buscó medirse ante los mejores. Ha dado mucho, pero ha recibido demasiados golpes sobre su humanidad. Su legado no merece este sacrificio. Lo que había para demostrar, ya lo ha hecho con creces.
Por si fuera poco, en lo que ojalá será el final de su carrera (ante García), nos regaló una pelea épica, terminó de pie y le permitió un triunfo sufrido pero merecido a otro joven guerrero. La gloria quedó en buenas manos. El boxeo es el deporte que amo y cada vez que asisto a un combate, anhelo que el mismo despierte toda mi emoción. Morales lo ha conseguido una vez más. ¡Gracias campeón!
AUTOR :Bernardo Pilatties escritor y periodista deportivo desde 1978, analista de boxeo y Artes Marciales Mixtas (MMA)
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