MIKE REDMOND Y LA PAPA CALIENTE
Por Andrés Pascual
¿De qué depende que Mike Redmond haga un buen trabajo con los Marlins? Tal vez dije mal y debí preguntar “de quién…”, al modo mío de ver el asunto, de él mismo.
Buen trabajo, en este caso, quiere decir mejor que el de “Palucha” Guillén, que no pudo hacerlo peor: pisoteó la moral general por su cobardía y procedió a derrumbar la autoestima de una novena que prometía mucho más que lo que le obligaron a hacer.
Cualquier culpa grave con respecto al team es un derivado del único responsable: Jeffrey Loria, desde traer a Ozzie Guillén hasta justificar lo injustificable, como la salida del equipo de Omar Infante y Aníbal Sánchez.
Ahora viene Mike Redmond, con experiencia de liga menor, que fue cátcher y, como se sabe, los mejores managers han sido receptores, porque son quienes mejor conocen el pitcheo, salvo un par de infielders como Larussa y Jimmy Dykes.
Sin embargo, se comenta que este individuo ha sido tan bien llevado que se convirtió, en su momento, en una especie de bufón dentro del club durante el período 1998-2004.
Tomando en consideración que lo de menos sapiencia en la dirección del juego es ordenar la jugada a la ofensiva o defensiva al cuadro, que las adivinan los cientos de miles de fanáticos que, ese día, presencien el juego en vivo o por otros medios, queda como elemento de verdadera sapiencia el movimiento del pitcheo desde el bullpen hasta cada lanzamiento al plato.
Si Redmond logra establecer la obligada separación entre manager y jugador de tal forma que no influya en la pérdida del respecto de sus subalternos, pues nadie debe dudar que lo hará mejor que el que botaron, para lo que no tendrá que excederse tanto.
Para lo otro, lograr guarismos competitivos, tiene que esperar por la gerencia, a ver si aparece el valor y completan la nómina con algo un poco mejor que Carlos Lee.
Si el cátcher no controla su personalidad y se da al exceso de bueno exagerado, tanto que “coma cáscaras de piña”, entonces “Remember Yogi” que, en 1964, dirigió a los Yankees, ganó la Liga Americana y perdió en 7 apretados juegos la Serie Mundial contra los Cardenales, pero, por su categoría de filósofo populachero medio serio medio en broma, los dueños del club estimaron que no lo respetaban lo suficiente y lo botaron.
Lo anterior debe ser lo prioritario para Mike Redmond, para su triunfo personal que, viéndolo bien, sería sobrevivir en esa selva.
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