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BEISBOL 007

La trascendencia política de Robinson y de Clemente

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Por Andrés Pascual.-

Roberto Clemente fue un verdadero “banquete” en el terreno de juego; hoy, a pesar de los que juegan en rango de “superestrellas” de origen latino, negros o blancos, ninguno le iguala y, posiblemente, ningún americano esté a su altura tampoco.
El Idolo de Carolina, una estrella de la “gorra a los spikes”, jugador de verdadera condición de “completo” irradiaba, por su pasión, por su agresividad y por su personalidad, dosis mucho más que generosas de colorido personal.
Clemente era material indiscutible de Cooperstown; pero, si no ocurre la tragedia lamentable, le hubiera sido imposible acceder antes que Martín Dihigo al Templo, por el año retiro y el tiempo reglamentario de cinco posterior a este.
Pero por las exigencias y los llamados logros o avances de las minorías, el puertorriqueño escapa a la actividad que le dio fama y le insertó en la historia del deporte por méritos ganados legítimamente; es decir, lo han convertido, más que en ídolo del pasatiempo, en un símbolo rehén de ese jueguito peligroso que es la política: Clemente es una figura con más trascendencia socio-política que deportiva para muchos interesados en…hacer política con su nombre. Para configurar su personalidad representativa de rebelde defensor de minorías y presentarlo casi como un “activista” de derechos humanos, se utiliza el abuso que sufrió (no solo él) en sus inicios, que incluye hasta que un blanco racista le abofeteó desde las gradas de un estadio Triple A, mientras pertenecía a la Organización del Brooklin. Tal vez desde ese momento, Roberto se resintió para siempre con Estados Unidos y esta gente, tan dada al complejo de una culpa que es verdad, permiten todo lo relacionado con el gran jugador que pisotee, hoy con pocas razones, la esencia de su nacionalidad.
Jackie Robinson no fue seleccionado para romper el muro racial porque fuera el “mejor pelotero sepia de su era” ni el de más colorido ni el más sensacional, esa clase de jugador “superior” era exigida “a medias”: un buen pelotero, rápido en las bases, shortstop de los Monarcas de Kansas City con dificultades de coordinación en el fildeo y, tanto, que en el Montreal lo movieron a la segunda, en la que tampoco fue un dechado de virtudes defensivas. Como bateador no era un prospectazo.
En Ligas Negras, por lo menos 10 jugadores hubieran causado un impacto superior en el terreno de juego; aunque algunos ya estuvieran pasados de edad como Talúa Dandridge, Willard Brown, Chino Smith,…pero existian ingredientes que no estaban disponibles para alguien más que el Idolo de UCLA.
El beisbol necesitaba a Jackie Robinson, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que aceptó leer sin bajas pasiones un comunicado dirigido a la juventud americana en 1951, apoyando a las Naciones Unidas en el conflicto de Corea; tenía instrucción colegial universitaria con alma mater en UCLA; era All Around o estrella en baloncesto, campo y pista y football colegial, en el beisbol se destacaba menos; un hermano, Mack, había integrado el equipo olímpico a Berlín-1936. Hablaba bajo, pausado y era una persona decente en el sentido absoluto del término. El modelo que se buscaba por tolerante para cambiar la mentalidad del blanco con respecto al negro en los terrenos de juego de las Grandes Ligas. Por su conducta de ciudadano ejemplar, su influencia alcanzó al resto de las minorías; incluso la juventud blanca que se sobrepuso a Jim Crow, le acogió como uno de los suyos y cambió la fisonomía no solo del beisbol, sino de todo el deporte americano moderno. Eso buscaba la gerencia del Brooklin para romper la barrera racial.
Por eso Robinson es, sobre todo, un aditamento de la política americana interna de cualquier partido en la nación, más que un superestrella del beisbol.

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