LA PASIÓN POR EL BEISBOL EN CUBA ¿INVIERNO O VERANO?
Por Andrés Pascual
En ningún país del Caribe ni posiblemente en Estados Unidos, se produjo el fenómeno de mantener en igual nivel de interés al circuito amateur y al profesional de beisbol.
Y nadie puede hablar de segregación porque los jugadores aficionados fueran blancos y los profesionales integrados, sino de la calidad única en el área del beisbol rentado criollo y de otra, de indudable menos clase, pero muy seguida por un público fiel “de barrio” que respondía a la bandera vecina de la sociedad o la institución que fuera, porque sus ídolos jugaban a matarse, con la pasión y la vergüenza que debe hacerlo quien salga al terreno a defender un uniforme.
Por cierto, alrededor de la prohibición de los negros por la Liga Nacional en sus clubes, siempre he tenido una duda alrededor de por qué razón las sociedades sepias nunca solicitaron su inclusión en el circuito con algún equipo de su nombre, porque nunca sucedió y se lo dijo el arquitecto Miguel Ángel Moenk a mi padre en mi presencia, en agosto de 1969, en una visita dominical que le hicimos estando ingresado la personalidad del COI en el Hospital Nacional, donde falleció 19 días después en brazos de su esposa norteamericana Rossie, que me regalaba las revistas National Geographic, The Ring, Sporting News y Track and Field cada 6 meses, sin que nadie del INDER asomara el hocico por allí, con la excepción de los periodistas Rubén Rodríguez, José González Barros y Manolo Álvarez y me consta, que Moenk fue un buen amigo de mi abuelo paterno y continuó la amistad con mi padre.
El estatuto rezaba “para poder integrar la liga es obligatorio que el equipo pertenezca a la UAAC”, entonces ningún pelotero blanco ni negro, cuyo equipo no fuera miembro de la Unión, podía jugar en ese circuito.
Sin embargo, existió la Liga Inter Fuerzas Armadas, que presentaba un beisbol fuerte y organizado, tenía carácter integrado y aportó jugadores negros a los equipos Cuba a partir de 1940, cada vez que la DGD se encargaba de confeccionar la selección.
La Liga Social y la UAAC oriental, así como la azucarera Pedro Betancourt desde su creación en 1944, de calendario invernal, que también contribuyó a integrar con sus jugadores los equipos Cuba, fueron circuitos de clase y prestigio, a los que acompañó durante los 50’s la Liga de Quivicán.
¿Hubieran rechazado la solicitud los oficiales unionistas? Nadie lo sabe, sin embargo, me abrogo el derecho de pensar que fue la continuidad medio soberbia y casi arrogante de la actitud de auto-separación que acostumbran para culpar al blanco de todos sus pesares y tragedias, lo anterior fue un sabroso entredicho.
Los 50’s, la era de Camilo, de Pedro, de Valdivieso, de Taylor… no puede considerarse igual que hasta 1953 en cuanto a pasión por el beisbol en Cuba.
Por un fenómeno sociológico quizás, por la saturación del público con la televisión trasmitiendo las Grandes Ligas, la Internacional, la Liga Cubana y algún juego amateur semanalmente, el caso fue que el interés por la pelota, como lo contaron los viejos cronistas que describieron y comentaron el pasatiempo, no fue igual durante los 50’s.
De hecho, hubo una preocupación profunda que alarmó a Eladio Secades, quien se refirió al problema en Bohemia en más de tres oportunidades, las dos últimas, febrero de 1959 y enero de 1961.
Porque parece que es tabú decirlo para mantener el timo de la franquicia “segura” en la Liga Nacional, que no estaba asegurada ni oficialmente solicitada, todo el mundo calla que los Cubans estuvieron amenazados de la pérdida de la plaza, durante casi toda su existencia, por las pobres concurrencias al estadio.
Incluso la Liga Invernal hizo maravillas (días del niño, de la mujer, del matrimonio, del anciano, maratones artístico-musicales…) para que los números, pese a estar en rojo desde 1954, no llegaran a causar la crisis que hubiera obligado a perderla antes de que se encargara el tirano por decreto en 1961.
El último campeonato profesional de invierno fue desastroso en lo económico y un éxito rotundo en lo artístico-deportivo, se jugó con una concurrencia inaugural de 12,000 personas para un estadio de 32,000 cómodamente sentados esa campaña, la otra asistencia de relativa calidad, el día final con el juego que decidió el campeonato entre Almendares y Cienfuegos estimado en 15,000 fanáticos. En el medio 1,000, 2,000, 5,000 espectadores para ver al grupo de mejores jugadores de la región sin refuerzos importados.
El desánimo y la apatía por el beisbol durante los 50’s fue tal que el Campeonato Mundial Amateur celebrado en La Habana fue afectado por una huelga de la crónica del sector, por lo que casi nadie sabe que se jugó con menos de 1,000 fanáticos por juego.
Pero de la Serie del Caribe de 1958 ningún fanático recuerda nada y cuando esto sucede, como el olvido de los juegos de los Cubans, que se abarrotó el estadio solo en la Pequeña Serie Mundial y en un par de juegos contra Búfalo, se puede asegurar que la pasión y el fanatismo por el pasatiempo estaba, si no en crisis, por lo menos profundamente afectado, por eso Secades se preocupó tanto ante el desolador panorama que presenciaba en vivo y directo.
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