El Premio Nacional de Literatura y la cocina
Portada de ¡Viva la pasta! de
Renato Rodríguez.
AL SUR DEL ECUANIL
El título de este post es también el del libro más conocido de Renato Rodríguez, a quien acaban de otorgarle merecidamente el Premio Nacional de Literatura. El autor de la novela Al sur del ecuanil nació en Porlamar el 3 de julio de 1927. Me han dicho que en la actualidad vive en su tierra natal, después de una larga e incansable trashumancia que lo llevó muy temprano a Suramérica, Francia, Alemania y Estados Unidos. Lo cierto es que sus casi ochenta años han sido también los de una aventura vital a la que podemos seguirle la pista a través de sus novelas, entre las que no excluyo ¡Viva la pasta! libro de Renato Rodríguez que nos permite colocar también su nombre dentro de la mejor bibliografía gastronómica escrita por venezolanos. Y esa es la razón por la cual le dedicamos a Rodríguez un espacio en este blog.
Antes de que Corcho nos cautivara desde la espléndida Piedra de mar de Pancho Massiani, por encarnar a un adolescente vivo y no de cartón-piedra, el púber eterno que cuenta con humor y desparpajo su mundo cotidiano, ya había aparecido en nuestra narrativa. En efecto, Al sur del ecuanil podría jactarse de contenerlo. Sin mucha resonancia y sin alcanzar canon alguno, salvo el del marginal “desenfado”, que con más displicencia que interés se le comenzó a dispensar en una que otra nota o comentario críticos, la narrativa de Renato se adelantaba con creces a los modos (y modas) inmediatos. Fue después de Argenis (otro Rodríguez) y de Massiani, cuando comenzamos a reparar seriamente en esa primera novela de nuestro autor, impresa en 1963 y muy apreciada en su momento por Rafael Di Prisco, pero leída con tardanza por casi todo el mundo. Le debemos a la colección El Dorado de Monte Avila, que tuvo el acierto de reeditarla en los setenta, ese demorado descubrimiento literario. Fue por Di Prisco, precisamente, que conocí unas páginas de Al sur del ecuanil en su antología Narrativa venezolana contemporánea. Allí me topé con ese personaje iconoclasta que pasó su mejor navidad en la casa de unas putas limeñas y que nos relataba su errancia, llena de sobresaltos y pobreza, con sorna corrosiva e insólita impudicia. Después vendrían El Bonche y La noche escuece, valorada muy bien esta última por Victoria de Stéfano, lo que es decir.
Con la excusa de regalarnos un libro de gastronomía Renato se inventó (o recreó) una historia deliciosa de su pasantía neoyorquina. Llega un día, literalmente “pelando”, a la gran ciudad y tiene la fortuna casi inmediata de comenzar a trabajar en el pequeño restaurante Il Giardino, de un tal don Giuseppe, que lo iniciará en el arte de la pasta. El libro es el relato de su progresivo y exitoso aprendizaje. Suerte de pequeña novela gastronómica,¡Viva la pasta! (Libros RAR, Caracas, 1984) recoge las enseñanzas de don Giuseppe, paso a paso, mientras su discípulo Gennaro va enamorando y engordando a María. Gennaro es el nombre con que lo bautiza el dueño de Il Giardino, para que los clientes de su negocio lo creyeran napolitano. Y el napolitano margariteño consigue convencerlos con sus pizzas y sus pastas. Aprende tanto que llega a adquirir la soltura de todo buen cocinero: cocinar con lo que haya, aunque sea poco, tal como lo hizo el cocinero de Napoleón después de la batalla de Marengo.
Ojalá este Premio Nacional de Literatura que le han otorgado a Renato Rodríguez nos permita contar pronto con la reedición de sus obras completas. Entre ellas, por supuesto, jamás podría quedar por fuera su libro más sabroso: ¡Viva la pasta!.
Renato Rodríguez es la anticonvención. Me lo imagino todavía como el Maqroll el Gaviero de nuestra narrativa.
http://wwwconuqueando.blogspot.com/2006/09/el-premio-nacional-de-literatura-y-la.html
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