UN PAR DE APRECIACIONES SOBRE SALIDO Y LOMACHENKO
Por Andrés Pascual
Vasil Lomachenko pudiera convertirse en un gran peleador, pero el sábado pasado incumplieron con él la cartilla obligada para los peleadores noveles en el profesionalismo, cuyo estatuto principal reza: “en lo deportivo, que no lo apuren”.
Porque venir del amateurismo a un bout championable en el circuito profesional con un solo pleito a su favor como experiencia es un gran riesgo, aunque existan casos de muy poco ring que hayan triunfado.
Y si lo que, prácticamente fue un debut, se produce contra un peleador experimentado, corajudo y goloso, que siempre ha demostrado estar ahí para complacer al respetable con faenas brillantes por espartanas, pues...
El sábado Orlando Salido, que ganó bien, no boxeó contra Lomachenko acorde con la regla técnica del derecho contra el zurdo, que dice que las cosas se hacen profesionalmente cuando mantiene la derecha recta continua sobre su guardia, no, peleó al revés: desde el primer round atacó por los planos bajos sin que el europeo-oriental pudiera habilitar el espacio de ventaja que se logra cuando el oponente viola el manual.
Incluso el ucraniano decidió estar contra las sogas más veces de lo que también sugiere el dichoso librito, porque un zurdo recostado se anula.
¿Por qué sucedieron estas cosas? Al modo mío de verlo, porque, pese a que no lució como un corista, Lomachenko subió como un amateur ranqueado; es decir, como un prospecto de muchas condiciones, pero, hasta hoy, solo eso.
En los rounds once y doce Salido estuvo lastimado, pero el perdedor no pudo o no supo rematarlo, porque la escasez del instinto se refleja en quienes no acumulen a favor la cantidad de asaltos prudenciales para un pleito grande; por lo mismo, para enfrentar a un oponente difícil, que le ha dado trabajo a todos los que han osado pelear con él aun perdiendo.
En el momento comprometido, Salido se agarró de todo para no separarse, para evitar el golpe decisivo que le sacara de las peleas buenas y de las mejores bolsas. Es, sin dudas, uno de los boxeadores por los que puede pagarse para verlo, de los que nunca decepcionan.
Como buen mexicano de la era cuando dominaban las divisiones inferiores con claridad y clase profesional, hay que matarlo.
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