La crónica compañera le ha hecho daño a los boxeadores cubanos
BARTHELEMY VS. MÉNDEZ
Entre el estilo escurridizo de Rigondeaux y la forma como maneja el cronista “paisano” de tan nueva edición como el zurdo oriental el comentario y la información sobre el boxeador, está el detalle: “multipremiado, doble ganador olímpico, técnica exquisita…”.
Cada vez que escriben o hablan sobre un peleador antillano de la nueva hornada, que haya estado en alguna competencia amateur olímpica o mundial, allá va la sarta, el rosario de citas triunfalistas en un circuito que, porque es el boxeo rentado y su público, no solo son “cosa del pasado”, sino absolutamente inservibles como promoción.
A tenor de que lograron crearles un mundo de expectativas a base de adjetivos exagerados y poco serios, dañinos porque el fanático no cubano de “nueva adopción miamense” esperaba más, relacionado con la forma como es el boxeo histórico y lo que traen bajo el brazo algunos de los pugilistas cubanos de la actualidad profesional, entre ellos Rigondeaux, diferente del boxeo “para la televisión americana”, han contribuido al rechazo casi absoluto hacia este peleador y un par más del grupo, por cierto, para mí, valioso.
Iván Calderón corrió más que Abebe Bikila cuando ganó el maratón de Tokio-64 descalzo y nadie intentó construir abusivamente un estado de animadversión gratuito contra él ¿Por qué?
La respuesta pudiera estar en la personalidad, en la conducta de Iván, un muchacho respetuoso y respetable, humilde y modesto, virtudes que no le son ajenas a Rigondeaux, pero que las han pisoteado tanto la crónica que los defiende con más pasión que conocimiento de la disciplina, que ha logrado, desde Cuba, hacer diana efectista en un público compatriota nuevo y absolutamente ajeno a la historia del deporte profesional, que quieren imponer su tradicional e histórico espíritu triunfalista de pacotilla, heredado de la ideología política asfixiante y avasalladora que define la vida y la muerte de todo en Cuba.
Alí, de la Hoya, Leonard, Mayweather jr… incluso entre los retirados Wilfredo Gómez, también ganaron de esas fajas que solo funcionan como el mostrador o la vitrina de facultades por pulir; es decir, para exhibir las incipientes condiciones de prospectos que, aunque ganen una Olimpiada, todavía tienen un mundo que aprender para considerarse aptos para tan duro oficio. Y nadie menciona esas medallas, esa papelería en diplomas, cuando se refiere a ellos.
Acaba de ganar el campeonato mundial superpluma de la Federación Rancés Barthelemy, uno de los que no tiene el palmarés tan exagerado como nocivo de galardones olímpicos. Un peleador que tira mucho, como tiene que hacerlo quien pretenda tener de su parte al difícil público de Fistiana, porque no le regalan la entrada ni la señal televisiva. Un boxeador que no es un producto de la guayaba que han querido imponer como “escuela cubana de boxeo”.
Pero, de pronto, al más reciente campeón cubano se le ve como al que menos propaganda le hace la crónica cómplice en la debacle promocional de nuestros monarcas, sin embargo, y hay que consideralo un logro, el fanático ajeno no lo ha maltratado de la forma como hacen con algunos otros a quienes la prensa de Miami se encarga, cada vez que escriben un párrafo, de enterrarlos sin misericordia.
Da la impresión de que la victoria de Rancés los dejó sin palabras para comentar el acontecimiento, que no saben qué decir, una vez que no encuentran los adjetivos, las frases que sustituyan con éxito “editorial” el background exagerado e inoperante que acostumbran usar con cada “olímpico que ha llegado.
Tal vez sea mejor así, porque el boxeo cubano ha sido muy grande para que un par de peleadores de “técnica exquisita” y un grupito de cronistas poco competentes lo pisoteen de la forma como han intentado hasta hoy. (Foto: Suministrada)
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