TRES FILOSOFIAS, UNA NACIONALIDAD
Por Andrés Pascual
Hablando en plata, ajeno a circunstancias políticas y solo con el plano deportivo como elemento de comentario, creo que lo he dicho antes más de 100 veces entre el radio, la televisión y la prensa plana o digital: si el castrismo no hubiera asaltado al poder y a la sociedad cubana para pisotearla como hizo, nunca se hubiera hablado de dominio dominicano ni de amplitud de jugadores de Quisquella, no digo en Grandes Ligas, sino en el Beisbol Organizado (en todos los circuitos); a fin de cuentas, las academias fueron dirigidas hacia República Dominicana cuando las Oficinas del Comisionado y de los clubes de Grandes Ligas se cansaron de esperar por la posibilidad de que los jugadores de la Mayor de las Antillas reingresaran a su beisbol… Entonces Rafael Avila, que trabajaba allí, le sugirió a los Dodgers de Los Angeles que experimentaran con una academia en Santo Domingo y resultó; después, ya se sabe, pero, con Cuba en carácter de competidor normal, eso hubiera seguido siendo un sueño para los quisquellanos más 18 ó 20 jugadores en Grandes Ligas y 25 ó 30 en Ligas Menores… Gonzalo Naranjo pertenecía a una familia de clase media, sobrino de un catcher del período 1910-28 en la Liga Cubana que dirigió al Almendares un año durante la primera mitad de la década del 30; además, fue coach y scout durante varios más, Ramón Couto. Choly jugó colegial para los Maristas, academia-instituto célebre por su educación tanto como por su selectividad en la capital. Dejó la escuela para pitchear por los Eléctricos del Cubaneleco de la Liga Nacional de Beisbol Amateur e integró el team Cuba que perdió en la Serie Mundial de México en 1952. No contento, abandonó a la gente de K-listo y desechó una proposición de trabajo en la Compañía Cubana de Electricidad para integrar los Azules del Almendares en la Liga Cubana. Poco después viajó a Estados Unidos y se presentó en el campo de entrenamiento de los Senadores de Washington, logrando su primer contrato de Ligas Menores. Estuvó en 1956 con los Piratas de Pittsburg y varias temporadas en Triple-A, asistió a 4 Series del Caribe y jugo 10 años en el poderoso champion. Pensó, actuó y vivió acorde con su época, la mejor de Cuba en el beisbol en toda su historia, posiblemente en todo; por supuesto, previa al castrismo. Agustín Marquetti era un prometedor outfielder zurdo cubano que, como casi todos los jugadores que se hicieron hombres después de 1962, tuvo la mala suerte de que fuera bajo el castrismo. No importa si fue o no simpatizante, incluso miembro del MININT, las condiciones que tuvo para el juego tal vez la tenían muy pocos dominicanos o de otra nacionalidad en su etapa juvenil que lograron jugar en Grandes Ligas. Nadie puede decir qué hubiera hecho como profesional, a fin de cuentas no firmó. Para mí, hubiera estado en Grandes Ligas 20 campañas dando más palo que los que dio en su trayectoria de profesional de estado del beisbol castrista. Como simpatizaba con el régimen, pues decidió no saltar, hoy supongo que le pese; ya no vale la pena ni comentar. Pablo Miguel Abreu era un zurdo de 6’4 de estatura y 96-98 m/h, tiraba curva y, con esa velocidad, hubiera sido un fenómeno si salta en su época, pero le arrancaron el brazo; porque prefirió jugar para Industriales y algún equipo de Castro a eventos internacionales. Como que el pitcher en Cuba no se atendía por los coaches y predominaba el concepto “saco”: “saca otro del saco y bota este”, entonces no previeron (ni les interesaba) que una lesión pudiera liquidar al más prometedor lanzador cubano de su época. Tres jugadores de una misma nacionalidad; tres derroteros diferentes por circunstancias ajenas a su voluntad, dos de ellos, Marquetti y Pablo Miguel, parte del más monumental desperdicio de jugadores capaces de brillar en el Big Show que se haya visto en los últimos 50 años, porque un tirano, a nombre de una ideología con la peor intención posible, intervino la vida de todo un pueblo, lo convirtió en material gastable políticamente y los soltó hecho piltrafa humana.
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