La gran noche de Mantequilla Napoles
Mantequilla fue un verdadero fenómeno de Fistiana
Mantequilla Nápoles debutó en una cartelera sabatina, en la Arena Trejo, en un bout a 4 rounds; era el 2 de agosto de 1958 y su rival, Julio Rojas, no logró pasar del minuto y 43 segundos del primer asalto. Sin embargo, aunque tenía condiciones, nadie en Cuba pensaba que llegaría a donde llegó en el boxeo; sobre todo, porque no eslabonó una cadena impresionante de nocaos como Florentino Fernández ni masacraba a sus contrarios como acostumbraba Ultiminio Ramos; tampoco era un ejemplar de la excelencia científica y académica , artística casi que, cuando no se desarrollaba como lo hacía un virtuoso como Luis Manuel Rodríguez, resultaba un estilo de pelea infecundo, inefectivo y monótono, capaz de aburrir al fanático más apasionado, o de arrancarle un bostezo al mismísimo Nat Fleischer, que declaró su disfrute por el pugilismo con la expresión: “Hasta una bronca dentro de un bar es buen boxeo…”
En su octava pelea conoció Mantequilla la derrota, una decisión a diez rounds contra Hilton Smith, el 22 de agosto de 1959. En 18 combates en Cuba solo perdió la mencionada.
Fue en México, que le acogiera como a un hijo, donde el santiaguero, bajo la conducción de Cuco Conde y la mirada experta de Kid Rapidez, inició la ascensión al Olimpo glorioso de los inmortales de Fistiana.
El 21 de julio de 1962, al anestesiar en dos rounds a Enrique Camarena comenzaba, fuera de Cuba, la leyenda de José Angel Nápoles, uno de los 10 mejores welters de todos los tiempos.
Mantequilla pudo haber sido triple campeón mundial con fajas en la división ligera y en la welter junior; pero, por el temor del italiano Sandro Lopopolo y del boricua Carlos Ortiz se exageraron tanto las exigencias, que fue imposible lograr los acuerdos legales para que le dieran una oportunidad al cubano, que se dedicó a limpiar los ranking.
Ante la imposibilidad de lograr una pelea de campeonato en lightweight o en juniorwelter, Mantequilla invadio las 147 ½ con la pretensión de que Curtis Cokes entendiera que, la única pelea grande en el horizonte de la división, era imposible sin él.
Cokes entendió como ineludible el peligroso compromiso a la vista; pero, como era un veterano gladiador, de prestigio y respeto por el deporte, accedió a la entrevista a 15 episodios que le destronaría como monarca welter del mundo.
El mérito de Cokes fue mayor, porque accedió a dar la batalla contra un hombre que, en ese momento, era el mejor peleador del mundo libra por libra. Con igual valor que decidió ofrecerle la oportunidad al cubano, vendió cara su derrota en el ring un monarca de verguenza indiscutible del peso.
La noche del 18 de abril de 1969, en el Foro de Inglewood, California, Curtis Cokes no pudo responder a la campana para salir al round # 14 y, ante los gritos de decenas de miles de mejicanos que hicieron suya esa victoria por nocao, se convertía Manteca en el 4to. boxeador cubano que lograba el campeonato mundial welter.
El peleador destronado no encontró ninguna estrategia válida que le condujera ni a la posibilidad de entablar el pleito, ante un peleador que era un dechado de atributos, de facultades que, con una acabada exhibición de boxeo poderoso y exacto, con la sincronización tremenda en la colocación de las combinaciones que le hicieron famoso, que lo preparaba todo en el ring, lo destruyó señalándole la puerta del retiro obligatorio.
Había ganado uno de los mejores pugilistas de la historia un campeonato mundial que, en otras divisiones, porque lo evitaron con una y mil exigencias sin sentido e hijas del miedo más absoluto, hacía rato que debía haber poseído.
Con la victoria ante Curtis Cokes, dio inicio “la era Mantequilla” que, únicamente, pudo liquidar una irresponsable trayectoria personal de excesos ajenos al ring y el inexorable, inevitable y radical Padre Tiempo.
ANDRES PASCUAL
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