El aficionado al boxeo y las peleas que nunca se realizarán
Los intereses económicos y las complicidades entre promotores, manejadores y organismos impiden las peleas que por su competitivdad deberían ser las obligatorias de estas épocas
Por Andrés Pascual
Miami.- Si al boxeo de hoy se le aplicaran los principios que rigen las relaciones económicas, se estaría ante un caso raro de comerciante que "gana sin vender" y, digo raro, considerando a la pelea como la mercancía con que los interesados se supone que ganen dinero, mientras más interesante y esperada, mejor.
Como todo lo tradicional, también ha desaparecido la posibilidad de la pelea que el fanático espera y nadie sabe, a estas alturas, para quién guardan las promotoras a sus estrellas, una vez que evaden o complican el enfrentamiento natural con otro peleador a su alcance.
Desde que Bob Arum se adueñó del negocio, en el pugilismo están pasando cosas más raras que nunca, como obstaculizar pruebas antidoping, manejar los rankings y los jueces de forma sospechosa, hasta crear conflictos de intereses, que pongan en situación miserable a la contraparte, por culpable de no "ayudar" a concretar el pleito que se cae de la mata.
Para lograr parte del dinero que dejan de ganar, porque no hacen los pleitos que deberían reglamentarse obligatoriamente por su interes, entonces presentan las farsas entre Pacquiao, Mayweather jr o quien sea, contra verdaderos descartes, bien porque ya su mejor momento pasó; bien porque someten al oponente a un régimen que lo puede debilitar excesivamente a fin de dar el peso, o porque no están en la fase competitiva que exige una pelea grande contra un contrario supuestamente grande también.
Para que no queden dudas, cualquier combate de 2da se transmite por PPV, pero, lo peor del asunto, es que hay muchísimos que compran el "paquete" (transmision+pelea)
La alimentación de bajas pasiones, que tienen su origen en el paisanismo, en el regionalismo, incluso en el racismo, enerva los ánimos de tal forma que ciega al fanático ante el compatriota que, quizás, ya vio pasar lo mejor de sí y solo va a subir con un nombre que pondrá en peligro tanto como su salud.
Todo es parte de un negocio más sucio que el juego de interés, que no funciona así; aparentemente, no tiene solución, porque el único que puede detener la espiral de inmoralidad la propicia y está dispuesto a continuar permitiendo que le roben de la forma más descarada posible: EL FANÁTICO.
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