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BEISBOL 007

MEXICO, ESENCIA Y PRESENCIA DEL BOXEO “PARA HOMBRES”

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Por Andrés Pascual

La historia del boxeo mexicano contempla un oficio mucho más duro y sangriento que en cualquier otro lugar; no inventaron el estilo de agresividad eminente conocido como fajador, pero lo han perfeccionado, lo han generalizado con patente sin discresión de “a tiempo completo”.

El que no “faje”, el que no ataque, el que no lo arriesgue todo por todo, aunque haya nacido allá, no es mexicano de pura cepa. Por eso se les considera siempre para la promoción televisiva, porque, históricamente, para gustar en la tele, debe tirar mucho y exponerse más.

El peleador azteca no le teme a los golpes; pero le azora que alguien considere que cedió en el ataque por cualquier circunstancia y, si un error, un paso mal dado ofrece la posibilidad de considerarlo “conservador…”, figúrese. Lucas Matthysse no nació en el país de los mariachis, por eso tuvo la desverguenza de hacer el cuento “que le pareció…”.

Históricamente, el fanático boxístico mexicano ha detestado el alarde ajedrecístico en el ring, a no ser que el peleador haya sido un superdotado y tire con tanta efectividad y con igual intención como se cubre sin correr.

Hoy más que nunca, el público azteca exige fajadores, propios y/o ajenos. Como decía Eladio Secades sobre los mexicanos en Fistiana: “son profesionales del clinche furioso permanente, obreros de la emoción rutinaria de campana a campana…”.

Por vocación ancestral, legado histórico de generaciones, hoy con mucha más exigencia en la guerra que en ninguna señal de paz ortodoxa posible, para el público de ese país ni el conocido round de estudio…(foto Chango Casanova)

Dos cultivadores del llamado boxeo “como arte de la defensa”, dos conservadores, dos estudiosos hasta el extremo del aburrimiento, dos precavidos más que generosos y el fanático mexicano gritando lo que se le ocurra para ofenderlos, de tal forma agresivos que, si pudieran, mandarían a que le retiraran la licencia de profesional en todos los lugares por semejante osadía. Claro que ese público es así, porque sus boxeadores respetan el sello que ha hecho grande a un boxeo “sui generis”, de cuya calidad no se duda, no se puede dudar.

Cuando se analiza al fanático mexicano, hay que tomar en cuenta la curiosidad de que, si bien es cruel atacando al pugilista que no le gusta, es de los primeros en demostrar su apoyo y aprecio cada vez que un peleador no mexicano los convence y agrada, entonces son los primeros en prodigarse, en alabarlos y apoyarlos a veces de manera exagerada.

Antes, épocas de grandes boxeadores de Cuba y de MÉXICO y de “dual meets” frecuentes entre ambos países, fue común que, si un peleador de ellos le ganaba a un cubano por el fallo injusto y escandaloso de un referí o de jueces miopes, metieran la tángana a favor del visitante y la concluyeran llenando el ring de monedas.

Esa fue y es la esencia del público azteca, como la forma que tienen de brillar y desplazarse en este deporte en mayoría, único.

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